Luis F. Molina


A raíz de las constantes intervenciones públicas de Nicolás Maduro Moros, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, ya varios hemos llegado al irrevocable punto de evitar sus comentarios conmensurados entre la celotipia y la paranoia esquizoide. En realidad, es difícil distinguir cuáles se pueden tomar seriamente y cuáles son un culto a la inverosimilitud.
El mismo presidente se ha encargado de que el respeto por la institucionalidad venezolana se perdiera. Es más, ha sido tan paupérrima su gestión al frente del ejecutivo venezolano que hace extrañar en algunos momentos a Hugo Chávez, incluso para insultar vía micrófono.
Por ello, el siguiente es un instructivo exprés para no caer en la tentación de responderle bruscamente al televisor, la radio, la revista o periódico cuando se vean, escuchen o lean las lamentables intervenciones públicas de Maduro.
1. Sujétese bien de la superficie en la cual usted esté. No se sabe con qué tipo de atrocidad, inculpación, historia de vaquería, ataque a la oposición o lamento puede estar Maduro por vociferar. Necesita algo para canalizar su fuerza si la situación es más delicada que siempre.
2. No lo tome en serio. Discutir cualquier comentario de Maduro, en especial si éste se refiere a su misión socialista o las conspiraciones que se ciñen en su contra, no es motivo de ira. Es más, procure reír. Recuerde lo que decía Descartes: "No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente”.
2.1 Si el punto anterior le resulta difícil manejarlo, entonces, no intente sacar la producción industrial de su país en cara. No presuma de tener papel higiénico en su casa, pues en la región no hay nación que tenga suficiente papel para limpiar los desastres de los mandatarios pasados. Es perentorio conservar la gallardía en toda situación, puesto que el frenesí mediático de Maduro es producto de la desesperación; de una mente ciscada.
3. Intente revertir las críticas de Nicolás Maduro. Por lo general, sus alegatos no son más que cortinas de humo que fracasan en ocultar la profunda crisis por la que pasa Venezuela. Es decir… Si el presidente Maduro comienza a insinuar que un vecino pretende desestabilizar la región, pregúntese mejor ¿por qué se le está deformando el castillo de arena izquierdista a Venezuela y algunos países del ALBA?
4. Tenga compasión por la paranoia esquizoide o megalomanía de la mayoría de individuos que componen el gobierno venezolano, pero no exagere en su lástima. La clave está en callar y no tomar seriamente la palabra circense de algunos de ellos.
5. Piense y reflexione que la diplomacia puede resolver cualquier tipo de problema. Sin embargo, tampoco hay que explicar cada movimiento interior porque algunos mandatarios de Unasur se irritarían en su inquebrantable sentimiento patrio.
6. No se asuste porque Daniel Ortega y Nicolás Maduro se hayan dedicado a hablar de puñaladas, pues es parte de sus retóricas desgastas y oxidadas. Esta situación solamente obedece a un efecto “olla de tiempo” que significará un próximo estancamiento de una revolución contemporánea que al carecer de la existencia física de su autor, perdió toda misión y filosofía.
7. Recuerde las tantas crisis diplomáticas entre Venezuela y Colombia, o entre Venezuela y varios países de América. Note usted que éstas siguen el mismo patrón de amenaza. Al final, perro que ladra no muerde, como dicen en la calle. Además, aunque el petróleo lucre tan bien las arcas venezolanas, su producción pende de algunos débiles hilos que en cualquier momento pueden ceder y definitivamente sumir a Venezuela en un pandemonio.
Si el instructivo funciona, usted no tendrá que preocuparse por cualquier tipo de participación política y poner en duda la soberanía de su país por más que los comentarios y los dardos del vecino intenten ensuciarlo.
Cada cosa va por su lado y aunque Maduro pretenda tapar el sol con un dedo y achacar a la oposición todos los errores por los lustros de mala administración oficialista, habrá un día en que el daño ponga su precio y no haya nada para pagarlo. Ergo, habrá un amanecer para las garantías políticas y administrativas en las instituciones públicas de los vecinos, lejos de servir fanáticamente a un ideal gubernativo.
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Hago seguimiento a la columna de la semana anterior sobre las interceptaciones del FBI a varios periodistas en EE.UU. El Fiscal General, Eric Holder, propuso a la gran mayoría de medios involucrados una reunión para solucionar la situación. Eso sí, exigió que fuera “off the record”, es decir, que los periodistas no grabaran ni publicaran nada de lo que allí se dijera. La mayoría declinó reunirse con Holder.
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