Jorge Enrique Pava


Con lógica preocupación se han manifestado el alcalde Rojas y su Secretaria de Gobierno en relación con el aumento de la inseguridad en nuestra ciudad. Este es un tema demasiado sensible que merece mayor cuidado y dedicación, pues la seguridad es base de calidad de vida, atracción de inversionistas y desarrollo familiar, comercial e industrial.
Los cuatro homicidios cometidos en diez horas en nuestra ciudad el pasado miércoles, son una señal de alerta que no puede pasar desapercibida, ni puede quedarse en una rabieta ante los medios, ni en reclamos públicos al Comandante de la Policía. El artículo 315 de la Constitución Política, en su numeral segundo especifica que "El alcalde es la primera autoridad de policía del municipio. La Policía Nacional cumplirá con prontitud y diligencia las órdenes que le imparta el alcalde por conducto del respectivo comandante".
Así las cosas, si bien es cierto que la Policía en nuestro municipio está demostrando una gran debilidad, tenemos que reconocer que no parece existir una coordinación efectiva entre el alcalde -como primera autoridad de policía- y el comandante que está bajo sus órdenes. No de otra manera se entiende que la primera reacción de Jorge Eduardo Rojas haya sido arremeter en contra del comandante, pidiéndole explicaciones por los hechos ocurridos. Aquí hay que recordar que son las funciones las que se delegan, y no las responsabilidades. Luego, es contraproducente que el propio alcalde le esté reclamando en público a su subordinado por las omisiones de la Policía, cuando lo que puede faltar es un plan efectivo de acción y un verdadero trabajo estratégico en materia de seguridad.
La Secretaría de Gobierno estuvo acéfala durante más de dos meses y, por consiguiente, no pudo existir coordinación alguna entre los órganos de policía y el gobierno municipal. De ahí que hoy veamos, por ejemplo, una carrera 23 atestada de delincuencia, vendedores ambulantes, ventas de fritanga, prostitución y toda clase de desmanes; o escuelas totalmente desmanteladas y saqueadas, pues el hampa se aprovecha precisamente de la falta de autoridad y sabe muy bien dónde puede campear libremente.
A la ciudad no le basta con que se instalen algunos retenes en sus avenidas para recoger dineros provenientes de los "peligrosos infractores" que transitan a más de 30 kilómetros por hora; ni le sirve que la policía permanezca acuartelada mientras los delincuentes se toman calles y barrios enteros; ni le sirve que la Administración se conforme con entregar unos equipos, vehículos y edificaciones, para que la Policía se encargue, sin orientación alguna, de ejercer su autoridad con el escaso personal que tiene a disposición.
La seguridad tiene que ir más allá. Y el alcalde tiene que asumir un liderazgo ante sus dependientes constitucionales, pues mientras en la administración no existe organización para el manejo de la seguridad, los delincuentes sí trabajan organizados y sí tienen una estructura que respeta rangos y una línea de mando y comunicación constante que la hace cada vez más peligrosa.
Tenemos que reconocer que nuestra fuerza de Policía es poca y que, precisamente por eso, hay que aumentar al máximo su eficiencia. Y tenemos que reconocer que los comandantes hacen todo lo posible por cumplir a cabalidad con su deber, uno de los cuales es obedecer las órdenes del alcalde. Por eso la insistencia en que existan planes estratégicos de seguridad coordinados desde la Alcaldía y que se estructuren mediante el ejercicio del liderazgo, para involucrar en ellos a la propia ciudadanía que resulta ser un factor fundamental.
Adicionalmente, tenemos que involucrar al Ejército Nacional en estos planes. Bien es sabido que nuestro Batallón Ayacucho ha estado dispuesto a colaborar con la seguridad urbana de Manizales, pero esa disposición ha sido minimizada, ignorada o rechazada. ¡Cuánto nos serviría ver escuadrones de soldados motorizados haciendo patrullajes en las calles de Manizales! ¡Cuánto ayudaría esto a que la delincuencia se abstuviera de ejercer su autoridad ilegal! ¡Cuánto disminuirían los índices de delincuencia con el Ejército ayudando a mantener nuestra seguridad!
Pero, a pesar de que en años anteriores se dotó al Ejército de unos vehículos para estos fines, hoy están relegados, si mucho, a patrullar eventualmente sectores rurales. Y me pregunto: ¿Se les ha hecho el mantenimiento adecuado? Y, de ser así, ¿por qué no utilizarlos en el beneficio tangible de nuestra seguridad?
Ya es hora de retomar entonces los ofrecimientos que hace el Ejército para acompañar la seguridad; ya es hora de que la Alcaldía acepte su disposición, voluntad y profesionalismo y que le incremente la dotación; ya es hora de trabajar unidos y con un norte adecuado, pues así como hoy existen algunos barrios o comunas donde no se puede entrar sin el permiso de los delincuentes organizados, corremos el riesgo de que la ciudad entera se convierta en un paraíso delincuencial y tengamos que soportar con impotencia el ver arribar a delincuentes de otras zonas que van a encontrar una ciudad propicia para sus fechorías, precisamente por la falta de autoridad en Manizales.
¡Ojo, Alcalde! Usted es la primera autoridad de Policía del municipio y, por ende, el responsable de nuestra seguridad. Y esto no se puede quedar en promesas ni en pataletas.
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