Efraim Osorio


Virgilio, poeta latino del siglo I antes de la era cristiana, escribió: "Ingeminant auster et densissimus imber" ("Redoblan su fuerza el austro y un copiosísimo aguacero"). De aquí se deduce que Virgilio y sus paisanos le decían ‘imber-bris’ (plural, ‘imbres’) al aguacero, como el que está cayendo en este momento en Manizales; por su relación con ese fenómeno de la naturaleza, a la teja acanalada la llamaban ‘imbrex-icis’; y por ‘entejar’ decían ‘imbricare’. Éste es el ancestro semántico de nuestro verbo ‘imbricar’ ("Disponer de una serie de cosas iguales de manera que queden superpuestas parcialmente, como las escamas de los peces") y del adjetivo ‘imbricado’ ("Dicho de las hojas, de las semillas y de las escamas: Sobrepuestas unas a otras como las tejas en un tejado"). Según estas nociones, un camino no puede ser ‘imbricado’, a no ser que se trate de uno hecho, digamos, con planchas de concreto prefabricadas, colocadas de la manera indicada (superpuestas parcialmente), y que formen escalones, como para subir al Morro de San Cancio. Lo que no se aplica al ‘camino’ de que nos habla el columnista John Harold Giraldo Herrera en este comentario sobre una película: "Con Los juegos del hambre en su segunda parte, nos conectamos con un camino imbricado, que de inmediato no lo advertimos, y que habrá que hacer el viaje para reconocerlo, es el camino de la estrategia" (LA PATRIA, 29/11/2013). Leí con detenimiento esta frase y su contexto, pero fui incapaz de encontrar un adjetivo que reemplazara adecuadamente al mal empleado ‘imbricado’. ¿Misterioso, tal vez? ¿Complicado? ¿Entramado? ¿Entreverado? ¿Sinuoso? ¿Pedregoso? ¡Ni idea! * * *
El ‘cuento’ de los ‘antípodas’ me quedó grabado desde la infancia, porque me parecía imposible que para ellos quedara arriba lo que para nosotros quedaba abajo. Según Corominas, la palabra llegó a nosotros en el s. XV, del griego ‘antipodes’, a través del latín ‘antipodes-um’ (‘antípodas’, sólo plural). De ‘antípoda’ enseña El Diccionario: "Adj. Geografía. Se dice de cualquier habitante del globo terráqueo con respecto a otro que more en un lugar diametralmente opuesto". Y advierte que se usa más como sustantivo masculino plural. Como adjetivo es invariable en género, de tal manera que debe decirse "las mujeres antípodas" y "los hombres antípodas". En su artículo sobre la excelencia de la educación en el mundo, por el resultado de las pruebas PISA, Alejandro Samper Arango afirma: "Shanghai sigue de primero (…). Es nuestra antípoda" (LA PATRIA, 7/12/2013). Como en esta frase, ‘antípoda’ es sustantivo, el adjetivo posesivo debe concordar con el género de dicho sustantivo, a saber, masculino: "Es nuestro antípoda". Así, además, es más armonioso.
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Los católicos del mundo no ‘adoramos’ a la Virgen María, como lo afirman miembros de diversas agrupaciones religiosas, y como, tal vez sin quererlo, lo dice esta información del periódico de los caldenses: "Esta noche se encenderán miles de faroles (…) para adorar a la Virgen María" (LA PATRIA, Editorial, 7/12/2013). ‘Adorar’ es "Reverenciar y honrar a Dios con el culto religioso que le es debido", define El Diccionario. Tiene otras acepciones que aquí no vienen al caso, por ejemplo, cuando un enamorado dice de la mujer objeto de su sentimiento: "Yo la adoro". La religión católica tiene otro término que expresa el culto que se le debe a Dios, ‘latría’, y que define la misma fuente así: "Reverencia, culto y adoración que solo se debe a Dios". El culto de veneración que se tributa a los santos se llama ‘dulía’; y el que se tributa a la Virgen María, por su importancia sin par como la Madre de Dios, ‘hiperdulía’. Con la expresión ‘venerar a alguien’, santo o no, queremos decir simplemente que ‘se le demuestra el respeto que por él se siente’. Nada más. Nota: La ‘iconolatría’ (del griego ‘eicon’, imagen; y ‘latría’, adoración) es la "adoración de las imágenes", práctica impropia del catolicismo.
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El cibernauta Hernán Patiño Arias, extrañado, se pregunta por qué en las pantallas de una institución como el BBVA "llaman la atención para que los usuarios estén atentos y revisen ‘que no hayan objetos extraños dentro del cajero’ " (11/12/2013). Este error gramatical, "que no hayan objetos extraños" por "que no haya objetos extraños", es no sé cuántas veces centenario, y de erradicación prácticamente imposible. Lo demuestra este titular del portal electrónico de EJE XXI:
"Las Farc advierten que antes del ‘cese al fuego’ habrán ataques y hechos lamentables" (12/12/2013). "…habrá ataques…", señor, o, mejor, porque de las Farc se trata, "habrá acciones terroristas mansalveras, sobre seguro e indiscriminadas". La norma, muchísimas veces explicada, enseña que el verbo impersonal ‘haber’, cuando significa ‘existencia’, debe ir sólo en tercer persona y en singular, verbigracia, "hay celebraciones obligatorias; había miles de extraviados; hubo aguaceros torrenciales; habrá reuniones extraordinarias…". ¿Tendremos éxito esta vez, señor Patiño? Lo más seguro es que no.
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La VEINTITRÉS: Este año agoniza, y, con él, agonizan también las esperanzas de una solución para las dolencias de toda clase que la aquejan.
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