Luis F. Molina


En la entrega anterior narré la insensata forma de guerra civil congolés, además de una terrible corrupción que carcome toda la institucionalidad de la República Democrática del Congo. Lo más irónico, y hasta podría sonar familiar, es que Joseph Kabila sufrió un intento de golpe de Estado en el 2011 a raíz de sus dudosas políticas económicas. Luego, en el 2012, fue reelecto popularmente, aunque con dudas en el escrutinio.
Actualmente, los refugiados son la razón de las peleas dentro de la República Democrática del Congo. Sus países vecinos, como Ruanda, viven en una pobreza tan espesa que no da pie a la solución de los problemas de hambruna, enfermedades de transmisión sexual y violencia civil que les fustigan desde décadas atrás.
Y es que las pésimas decisiones del pasado aún pasan su cuenta de cobro. El grupo armado Mayi Mai, creado por el mismo Laurent Kabila (padre de Joseph, el actual presidente), se salió de control en una provincia nórdica del país, invadiendo la capital de ese territorio y forzando el desplazamiento de más de 350 mil personas. Gran parte del peso de esta desgracia recae en el conflicto étnico que parece nunca acabar entre varias tribus de R.D.C.
Lo más preocupante -y por lo que en Occidente nunca nos preocupamos y aún menos nos interesamos por saber- es la altísima tasa de mortalidad de la República Democrática del Congo. Cada mes se registran más de 45 mil muertos y en lo que va de conflicto, desde los oscuros episodios del Congo Belga, la cifra oscila entre los tres y los seis millones de fallecidos en causas violentas. También estos índices están compuestos por el alto número de niños muertos a causa de hambruna, especialmente si son menores de cinco años de edad.
El periódico británico The Independent hace poco publicó un informe en el que se confirma una tasa de más de 400 mil violaciones sexuales en un año, más de mil a diario. Según el estudio de la Revista Estadounidense de Salud Pública, 1.152 mujeres sufren de una violación a diario, es decir; 48 cada hora, en promedio. Además, de allí se deriva el contagio de otras enfermedades de transmisión sexual, agravando la situación.
Cualquiera podría decir a rajatabla que el conflicto de la República Democrática del Congo es uno más de los trances religiosos del mundo. Pero el trasfondo es muchísimo más profundo. Esta desgracia es el resultado de gobiernos corruptos, una población iletrada, violentada y entretenida con procacidades y trivialidades. Es más, como nosotros, los colombianos, han sufrido las burlas de gobiernos en sus caras, pero una y otra vez les han dado un voto de confianza en las urnas a los mismos que explotan su país, los arrinconan en la miseria y pretenden venderle una solución a un conflicto tan profundo como la historia africana.
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Desgraciadamente sigue siendo un misterio. Desgraciadamente siempre lo será. Mañana se cumplen 50 años del asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy, ocurrido en Dallas en una tarde también de viernes. Según investigaciones hechas a presión, Lee Harvey Oswald fue el culpable del magnicidio.
La Comisión Warren, instituida por el presidente Lyndon Johnson, concluyó que se trataba de un acto aislado. Su historia de vida publicada por los medios dio el cuadro perfecto para culpar a este individuo de tamaño acto. Lo cierto es que todavía hay quienes guardan reservas ante este tipo de acusaciones.
El informe también da cuenta de otro atentado realizado por Harvey Oswald contra un militar anticomunista. Asimismo, asegura el informe final que Lee Harvey Oswald era un defensor del comunismo y en plena época de Guerra Fría podía dar en el blanco acabando con la vida de uno de los líderes occidentales más importantes del siglo XX.
Jack Ruby, un propietario de un sitio de diversión nocturna (como es ahora el eufemismo de prostíbulo), asesinó de un tiro en el pecho a Lee Harvey Oswald dos días después de la muerte del presidente Kennedy. Ruby confesó que le había dolido profundamente el magnicidio y que quería ahorrarle el dolor a la primera dama Jacqueline Kennedy de ver al asesino en un estrado justificando su acción. Jack Ruby murió de un cáncer de pulmón luego de ser condenado a muerte, aunque apeló de la decisión.
El asesinato del presidente Kennedy queda como una gran teoría conspirativa que se nutre de argucias y coincidencias, además de haber quedado en la cinta del film conocido como “Zapruder”, por su camarógrafo, el ruso Abraham Zapruder. Cada quien saca sus propias conclusiones.
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