Mario César Otálvaro


Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Elaboro este escrito antes del partido contra el Quindío, que si fue triunfo, dejó al Once Caldas a un paso de meterse al grupo del ocho, aprovechando un calendario fácil sobre el final, independiente de los altibajos mostrados durante la temporada.
Bueno por la ciudad, por los hinchas, por el futuro económico, pero ojo con engañarse, pues si la clasificación se concreta, obedecerá más a la irregularidad del torneo que a los méritos que seguramente saldrá a cobrar el entrenador.
Para los patrones la evaluación debe trascender sobre los dos o tres partidos buenos, o las tres o cuatro victorias logradas, para con cabeza fría hacer un balance real, considerando las conveniencias o desventajas, por encima de una situación que puede ser mentirosa.
La semifinal produce alegría, pero es demasiado premio para lo exhibido a la largo del semestre, y según el cuerpo técnico tarea cumplida, lo que advertiría un capítulo similar al del primer campeonato cuando se participó en esa ronda sin ningún protagonismo.
Igual, resulta increíble que después de una campaña tan sosa en fútbol, propuesta, trabajo, cifras y espectáculo, el Once Caldas esté cerca de la gloria, cuando nunca ha ligado tres victorias en línea, y a cada satisfacción parcial le ha seguido una frustración.
Porque no olviden que a la goleada 4-0 al Tolima en Palogrande le sobrevino el ridículo en el Campín ante Millonarios con tres goles de Dayro; o la derrota en casa ante el Quindío que llevaba un año sin ganar, sufrida luego de vencer a Medellín y Envigado.
Aquí ha faltado consistencia, el grupo es disparejo, y por eso los temores y las dudas respecto al beneficio que se saque de las comodidades de una programación que le permitió cerrar frente a dos débiles, uno de ellos el Quindío, que juega sin alma y sin corazón.
Y si anoche hubo victoria, que era lo lógico, las cargas apuntarán hacia un logro más a domicilio frente a Patriotas, que ya zafó el tema del descenso. Si no pudo ganar, apague y vámonos, y así se mantenga la luz, prevalecerá la oscuridad de lo realizado.
Todo esto, y más, enseña que no hay una suma de virtudes para afirmar que se va en la dirección correcta, y que el acceder a la fase de los privilegiados no indica que haya una labor confiable, ni en manos adecuadas, por los muchos vacíos de forma.
El mal ambiente frente a un grueso sector de la fanaticada, la pésima escogencia de los refuerzos, el limbo en el que se mueve el equipo, el planteo táctico, y las respuestas individuales, son factores determinantes a la hora de revisar el contenido.
Así como la relación con los jugadores, la escasa explotación de sus recursos técnicos, y hasta la propia gestión directiva, que peca por pasiva y conformista, motivos que invitan a planificar un nuevo futuro con distintos protagonistas.
Acepto que el resultado es lo más importante, y como no hacerlo después del título de copa libertadores con una filosofía abiertamente diferente a la que por años nos vendieron en el sentido de que había que jugar bonito, pero es necesario mirar el cómo y el porqué.
Pues algo va de una apuesta defensiva, con argumentos y elementos para hacerla, que fue la de Luis Fernando Montoya en aquellos días maravillosos, a la de ahora, difícil de distinguir, y en la que pesan más el deseo y las ganas que la estructura de cuerpo.
Las grandes escuadras se arman con hombres de postín, y sobre una base sólida, que no existen en ésta formación del Once Caldas porque el técnico optó por un plantel discreto, fácil de manejar, y porque está lejos de un sustento estratégico, moderno y dinámico.
De todas formas, bienvenida la clasificación si es que se consigue, como también las ideas frescas y la renovación que se tiene que dar, superando los resultados de una campaña insólita, ideal para los conformistas.
Hasta la próxima…
macotal@yahoo.com
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