Esteban Jaramillo


Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Al estadio llegaron pocos, desafiando la lluvia y el frío, con la expectativa de cambio, de hallar evidencias de mejoría y con la ilusión de los tres puntos. Pero no, todo fue igual. De nuevo el equipo impreciso, confuso, previsible, atropellado frente al arco, sin una idea colectiva y clara en el juego. El fútbol rústico, lateral, sin chispa diferencial, de hombres condenados por el funcionamiento e hinchas torturados con sufrimiento.
Corrieron todos, quizás marathonistas, pelearon cada balón con desespero, pero no encontraron ni las fórmulas para ganar, ni el resultado esperado, por las fallas técnicas abrumadoras.
La lucha intensa planteada no tuvo atisbos de fútbol y escasos fueron los suspiros de los helados hinchas, cuando el balón rondaba, con descontrol, por el área rival.
Fueron toques lentos, a lo ancho de la cancha, regalando espacios, perdiendo la pelota con insistencia, con ineptitud en el juego vertical, por las equivocaciones en el trasteo y la imperfección de los pases. En fin, el Once a nada juega. Parece ser la peor versión en varios meses, condenado a puestos secundarios, rondando la zona mediocre de la tabla con puntaje discreto.
El proyecto se fractura por fatiga, ya no aguanta por la incapacidad del entrenador para identificar el estilo, por su desesperante búsqueda sin éxito de una nómina titular confiable, con reiteradas y discutidas probaturas defensivas; con una plantilla previsible en su juego, sin gotas de inspiración para el desequilibrio, desconfiada y modesta. Las reacciones administrativas tardan porque algunos de los “patrones”, saben muy poco de temas futboleros, son empleados gritones, figurones o directivos sin maniobra. ¡Qué retrato lastimero¡ !Qué estrés ir al estadio¡
Por añadidura, hoy es la cita clave en la DIAN, buscando un acuerdo en el pago de impuestos, el que después de varias reuniones, se mantiene sin firma por las exigencias desmedidas de su director. En vilo, entonces, el equipo. De no suscribirse, se agotaran los plazos para plegarse a la rebaja de la multa con sus onerosas consecuencias.
P:D lo pregonaban en las tribunas: "que pierda el Once esta noche, para que echen el técnico". El absurdo del campo, se trasladaba a la grada. Nunca un buen hincha quiere la derrota de su equipo. El deseo y la pasión en riña con la sensatez.
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El proyecto se fractura por fatiga, ya no aguanta por la incapacidad del entrenador para identificar el estilo, por su desesperante búsqueda sin éxito de una nómina titular confiable, con reiteradas y discutidas probaturas defensivas.
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