Guillermo O. Sierra


Es un hecho que celebrar las fiestas de los pueblos –hoy en día, ciudades– siempre fue parte de acontecimientos importantes para los ciudadanos, empezando por la conmemoración de eventos religiosos y después de actividades sociales y recreativas. Así fue con la aparición del cristianismo, época en la que de alguna manera se institucionalizaron los calendarios de las fiestas para celebrarlas durante un período determinado. Aquellos grupos humanos hacían de estos festejos un gran escenario en los que se teatralizaba lo más significativo de la cultura local y regional, lo que permitía ir estableciendo modelos de identidad.
No obstante en la Modernidad, esa idea siempre inconclusa (por fortuna, digo), se consolidan las fiestas como momentos importantes de las sociedades en aras de darle luz verde a intercambios culturales, los mismos que una sociedad de consumo como la nuestra ha sabido capitalizar contribuyendo, en las más de las veces, en el rompimiento de la mencionada identidad de los pueblos.
De ahí que pregunte ¿qué significa hoy en día la Feria de Manizales? ¿Tradición? Sí, por supuesto, esta versión que comienza mañana sábado 6 de enero, es la número 57. Eso forma parte de la tradición. Este concepto es relevante si lo entendemos como el conjunto de bienes culturales que consideramos debe preservarse por ser valioso en sí mismo, máxime porque por el adquirimos la conciencia de pertenecer a una misma comunidad y terminamos identificándonos con un pasado que se hace presente y se vuelve esperanza de futuro.
Me parece que no debemos echar en saco roto que los estudiosos de la sociología y de la antropología dicen que la tradición debe ser capaz ella misma de renovarse y actualizarse so pena de perder su valor y utilidad. Por supuesto no quiero ser el aguafiestas, pero como académico se me obliga preguntar: ¿esta tradicional Feria de Manizales, tan nuestra (¿será que sí?, a veces la siento tan española…), cómo se ha renovado, en qué se ha actualizado? Porque, salvo que haya artistas nuevos o cambien de lugar algunos tablados, los manizaleños siempre vemos la misma Feria. ¿Qué le ha dejado a la ciudad, mejor, a los ciudadanos? ¿Dinero? Seguramente a algunos que viven de la economía informal les es provechosa. Eso ya es una ganancia. Me alegro por ellos; y les deja jugosas ganancias a grandes empresas, cosa que también me alegra. En últimas, en algo se mueve la economía de la región. Esto, por supuesto, no lo desconozco, es importante.
Pero yo estoy hablando de algo que me parece más trascendental; me estoy refiriendo al espíritu de la cultura de un pueblo. A ese mismo espíritu que no permite que el tejido social se rompa, porque si esto pasa las viejas relaciones de la solidaridad, del respeto, del amor, de la justicia, de la equidad, de eso que hace posible la existencia de un Estado Social de Derecho, también se rompen; y entonces, las fiestas no pasan de ser una prolongada caminata por el centro de la ciudad, o de un grupo de personas, casi siempre ebrias, gritando "ole", así algunos de ellos no entiendan qué pasa en la arena; y de otros muchos ciudadanos intentando ganarse unos pesos para sobrevivir otro tiempo. Y no más.
No estoy en contra de las ferias, pero sí me parece que es necesario que nosotros los manizaleños y caldenses pensemos con total rigor y seriedad, para qué nos han servido realmente las ya tradicionales fiestas (claro, y las que durante el año celebramos en los distintos municipios). Creo que sobre este tema también debemos conversar. Los ciudadanos debemos consolidar estos espacios, como los de la Feria, siempre y cuando se conviertan de verdad en una excelente representación de nuestra propia cultura, que se afiance en sí misma a partir de su propia renovación sin que pierda su esencia.
La pregunta final sería si con la tradicional Feria de Manizales, y después de 57 ediciones, los manizaleños nos sentimos identificados con nuestra propia cultura. No lo sé. Ustedes, amables lectores, ¿qué dicen?
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