Cristóbal Trujillo Ramírez


En mi artículo anterior mencioné la crisis de la unidad familiar como un aspecto determinante en el desempeño académico de los estudiantes de hoy; pues bien, permítanme ocupar estas líneas para motivar algunas reflexiones en este sentido, que además espero interpreten el sentir de los maestros y estimulen acciones que intervengan tan delicada problemática.
Hace pocos años la familia era una célula de la sociedad, totalmente fuerte y cohesionada, padres e hijos se amaban, se respetaban, se comprendían y, ambos, tanto padres como hijos, sabían en cualquier momento dónde estaban y qué hacían; posteriormente, vivimos en una época en la cual esta célula empezó a sufrir deterioros y a resquebrajarse; los hijos empezaron a aislarse de sus padres y a buscar sus "propios espacios", a buscar su independencia y, con ello, a alejarse del hogar paterno; épocas en las cuales se escuchaba exclamaciones como esta por parte de los padres: ¿dónde andará mi hijo?... Pero, en la actualidad la familia ha llegado a su punto más crítico, ya son los padres los que se han desentendido del hogar, los padres de hoy "se están dando nuevas oportunidades" y, en consecuencia es normal escuchar de los hijos: ¿dónde andarán mis padres? En la escuela se escucha el eco de las buenas noticias y de los buenos sucesos del hogar, pero también retumba con sonoridad el eco de la nostalgia y de la tristeza por sus dificultades y angustias; lamentablemente, tenemos que decir que hoy por hoy son demasiado visibles los rostros de tristeza y drama que viven los hogares en Colombia y que impactan negativamente la salud de la escuela; la crisis que se vive hoy en los hogares de Colombia hace difícil la tranquilidad escolar, lo normal hoy es la procedencia del niño de un hogar disfuncional y altamente vulnerable; los hogares funcionales, donde los papás atienden material y afectivamente a sus hijos en forma oportuna y suficiente, se han convertido en "artículo de lujo", los llaman "especies en vía de extinción". Son interminables las anécdotas que en este sentido se viven en las escuelas y que ilustran en detalle lo que aquí he descrito; no obstante, solo quiero referenciar el caso de aquellos estudiantes que viven con su madre y su padrastro y, que si son mujeres, tienen que acceder a sus acosos sexuales; pero, si son hombres, enfrentarse como fieras por la disputa del poder y de la autoridad; también, hay otras que responden a dificultades con el alcohol, con la droga, con la delincuencia, con la extorsión, con el narcomenudeo, con el robo, con la promiscuidad, en fin, hoy la familia está infectada de cuanto bicho afecta una sociedad contemporánea enferma.
Amigo lector: ¿podrá un estudiante con una infección de éstas, estar disponible para el aprendizaje? ¿Son los medios de los cuales dispone la escuela suficientemente efectivos para atacar la agresividad de este mal?
Como si todo lo anterior no fuera suficientemente grave, sabemos que Colombia no posee una política de familia, que proteja a sus hijos, los rodee de garantías y haga posible una sociedad que parta de la salud misma de los hogares; para ratificar esto basta con observar detenidamente el siguiente ejemplo: en todas las ciudades y pueblos de Colombia existe el "coso municipal" (les aclaro que se denomina así, a aquel sitio donde llevan los animales que no están debidamente cuidados por sus dueños o que deambulan por las calles sin control); en cambio, en todas las ciudades de Colombia, hay niños y niñas que recorren las calles, que duermen en andenes, que andan sin control de sus padres y, con ellos no hay acción del Estado, para ellos no hay siquiera un "coso municipal" que los provea de seguridad y condiciones de vida dignas, que en nombre de la patria sustituyan la huérfana potestad paterna. Hay una buena cantidad de niños que han escapado al control y a la autoridad del hogar, niños de tan solo 12 años que violentan, tanto física como verbalmente, a sus padres; es usual escuchar a sus progenitores decir: "ya se me salió de las manos", pero lo más grave es la no existencia de una institución estatal que asuma la responsabilidad pública de intervenir en la crianza de un menor que amenaza su vida misma, la vida de sus progenitores y, por supuesto, la vida de la escuela y la sociedad.
Cuando comparan los resultados internacionales de la educación colombiana con los mejores del mundo, es bueno considerar también, los insumos que proveen cada uno de estos sistemas, el aspecto familiar está en los primeros lugares de incidencia; en tal sentido, mientras nosotros en Colombia vivimos las dificultades que en líneas anteriores he descrito, en aquellos países las familias son estables en lo económico, en lo axiológico, en seguridad y disfrutan además, de suficientes políticas estatales de protección.
Colombia necesita de un Ministerio de la Familia, por eso lamento que no haya prosperado la iniciativa legislativa que presentara ante el Honorable Congreso de la República el senador Ricardo Arias Mora; en el mismo sentido aplaudo la iniciativa que se adelanta en el honorable Concejo de Manizales y que lidera el concejal Jorge Alberto Betancourt Raigosa, la cual apunta a generar acciones tendientes a acompañar el fortalecimiento de la familia como génesis de la organización de la sociedad.
Llamo, así mismo, la atención de los padres de familia, para que asumamos con dignidad la inmensa responsabilidad de ser padres; no son nuestros hijos quienes nos han seleccionado como padres, fuimos nosotros los que hemos tomado la decisión de engendrar estos hijos, de ahí que tengamos que asumir ésta como una obligación de honor que implica proveerlos del equipaje suficiente para una excursión exitosa por el paseo de la vida; que además del equipamiento material, incluya también, el maletín de los sentimientos, el morral de los sueños y la gran maleta de sus valores, tener hijos y no asumirlos con dignidad, es haber vivido en vano.
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