Esteban Jaramillo


La historia, dado el rendimiento del Once Caldas, gana actualidad. Tiempo atrás, un brasileño pintoresco, llamado Tim, dirigía la selección Perú, sentado en un banco, con un vaso de whisky al lado, que obsecuentes le brindaban sus auxiliares. Era experto en el arte de conducir equipos y de armar frases que pasaron, en el fútbol, a la posterioridad. Fue el causante de la eliminación de Colombia al mundial de España, en el 82.
Suya fue la afirmación de la manta corta: “En el campo, o te tapas la cabeza, o te tapas los pies”, aludiendo al desequilibrio de los planteamientos, que dan pie a una defensa fuerte con un ataque improductivo, o al revés. Se ve hoy que en el Once Caldas, la manta con dificultad, tapa el ombligo. La ofensiva, por intensa, por ansiosa, no es efectiva. La defensa, por su posicionamiento atrevido, al medio campo, no es competitiva. Es agresivo el juego medular, ocupa el terreno con decisión, tensa los partidos, es atlético, pero no se ve creativo.
Es clara la fidelidad a su estilo del entrenador de turno, la que exhibe con vehemencia en las comparecencias públicas. Indiferente, además, como caso extraño, a los resultados que al hincha atribulan. No entramos aún en discusión respecto a la eficacia de sus propuestas, pero llamado está a sosegarse un poco, a ser consecuente con la influencia que el producto actual tiene en la tabla, en el compromiso de los promedios del descenso para la próxima campaña y a darle sensatez a sus deseos, los que justifica con explicaciones comparativas, con los grandes del mundo del balón. ¿Barcelona?, ¿Ajax?, ¿Inter?, ¿Once Caldas?, que paralelos, por Dios.
El proyecto aún no muere, pero está en crisis porque cuatro o cinco partidos sin triunfo, no fomentan la competitivad, por mucho que se intente minimizar la actualidad en rendimiento.
Se reconoce el esfuerzo colectivo; la audacia, sin fantasía; el ritmo, sin pausas; el coqueteo con el arco, sin gol; las ganas, que sobran. En el campo y fuera de el, no se puede ser esclavo de las precipitudes y en el fútbol, los procesos, no importa su extensión, dependen de los resultados.
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El proyecto aún no muere, pero está en crisis porque cuatro o cinco partidos sin triunfo, no fomentan la competitivad, por mucho que se intente minimizar la actualidad en rendimiento.
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