Jorge Enrique Pava


A riesgo de que por los alrededores de la Alcaldía se despachen nuevamente con anónimos insultantes, injuriosos y desabridos, siento la obligación de expresar la preocupación que tenemos muchos manizaleños por el estado en que se encuentra la ciudad, y por la falta de un rumbo definido que esperábamos se le diera en esta nueva administración.
Es triste ver cómo, después de salir de un semestre tortuoso como el segundo de 2011, en el que algunos manizaleños se dedicaron a flagelarse y a destruir la ciudad mediante su canibalismo, hayamos entrado en una especie de letargo administrativo que nos tiene, más que paralizados, retrocediendo en el tiempo.
¿Por qué? Preguntará algún lector desprevenido que no esté enterado de lo que sucede en la ciudad. Pues porque los grandes proyectos que se encontraban en desarrollo en el municipio están paralizados; porque ante un panorama inmenso que se tiene por delante y en el cual hay que fijar la mirada y construir progreso, se ha preferido uno conformado por un espejo retrovisor mezquino en el cual se depositan culpas y se manifiestan dolores que, en el fondo, no son más que la demostración de la impotencia en el actuar, y la falta de planeación o de conocimiento para administrar.
Porque la parálisis en esos proyectos significa su retroceso, su dilación o su destrucción. Y Manizales no se puede dar el lujo de quedarse estancada ni de derrochar grandes sumas de dinero que, invertidos en el inicio de obras en otras administraciones, hoy, por soberbia o celos, se están perdiendo ante los ojos impotentes de los ciudadanos.
¿Qué pasó con la Renovación Urbana de la Comuna San José?: desmantelada, sin impulso en sus recursos y embolatada en su desarrollo. ¿Con la Avenida Colón?: después de terminarse los primeros mil cien metros, no se ha querido poner al servicio, muy seguramente para no tener que reconocer que fue obra del gobierno anterior. (Hoy peligran las tapas de las alcantarillas, el alumbrado público y demás bienes que quedaron a merced de delincuentes y hampones). ¿Con las registradoras y lectores de tarjetas en los buses y busetas, que servirían para el Sistema Estratégico de Transporte?: se oxidan y deterioran en bodegas, a donde fueron conducidos después de una decisión improvisada, impulsiva e irresponsable. ¿Con Procuenca, una de las empresas más hermosas de la región?: reducida a su mínima expresión después de haberle invertido miles de millones de pesos y de haber llegado a su etapa inicial de retorno de inversión. (Ahora va en camino de quedar en manos de los antioqueños, como todos los proyectos productivos y rentables que emprendemos los manizaleños). ¿Con el Plan de Movilidad?: simplemente abortado.
Estas son solo algunas de las empresas en las cuales se encuentran invertidos los recursos de todos y que, por improvisación, soberbia o desconocimiento, se paralizaron y van a terminar convertidas en un posible detrimento patrimonial.
Pero ahí no queda todo. Retrocedemos al permitir nuevamente el parrillero masculino en las motos, producto de una medida populista que ya desembocó en el aumento palpable de la inseguridad. Y retrocedemos también al dejar que el transporte público pare en cualquier sitio, forme trancones, y detenga la movilidad, mientras los agentes de tránsito se dedican a multar a quienes transiten a más de treinta kilómetros por hora sobre las avenidas de Manizales. Y retrocedemos cuando los proyectos que se habían planteado por valorización, y cuyos estudios, diseños y costos están totalmente definidos, reposan empolvados en las gavetas de los escritorios de la Alcaldía. Y retrocedemos cuando algunos integrantes de Holocausto se dedican a agredir a nuestros policías y a destruir importantes sectores de la ciudad, sin una mano dura que los detenga. Y cuando el hampa y la prostitución se apoderaron del centro histórico, y las Zonas Rosas se encuentran infestadas de delincuentes, atracadores y antisociales que arman estruendosas peleas -a pocos metros de los puestos de policías- en las cuales predominan las armas blancas.
El Contralor de Manizales, en su jornada de rendición de cuentas, fue muy claro en decirle a la Administración Municipal que no le temblaría la mano para actuar cuando se presentaran hechos que lo ameritaran. Pues bien, en la administración pública no solo se pierden los recursos por desfalcos, peculados o despilfarros; también se pierden por no hacer, por no actuar, por dejar pasar las oportunidades, o por negligencia en los actos propios del administrador.
Hay que repetirlo con insistencia: gobernar no es imponer; gobernar no es agredir; gobernar no es hacer uso de la altanería, la grosería y el desprecio por los subordinados; gobernar no es actuar mediante la demagogia; gobernar no es cazar peleas perdidas; gobernar no es pintar una cebra cada ocho días en un barrio diferente; gobernar no es actuar con perfidia y felonía. Gobernar es un arte; y se logra y enaltece mediante el consenso, los acuerdos en los que ganen todas las partes, predomine la dignidad humana, y se respete al hombre por encima de todo.
El ser humano, por naturaleza, se muestra reacio a las imposiciones, a las violaciones, a los vejámenes; y si el gobernante hace uso de estos instrumentos, se arriesga a terminar aislado, cuando no derrotado y truncado en sus propósitos. Nos duele Manizales; nos duele su futuro, su desarrollo, su progreso. Y aunque sabemos que cuatro meses son un corto período para medir una administración, cuando en esos cuatro meses no se avanza, sino que se retrocede, el presagio de lo que nos espera no puede ser nada alentador. Ojo, Alcalde, con esa reversa. ¡Manizales no puede perder terreno!
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