Mario César Otálvaro


Sigue siendo buena en números la campaña del Once Caldas, sostenida con algo de suerte, y en espera de la consolidación de su proyecto, debilitado por las bajas actuaciones de algunas de sus unidades, y la falta de un esquema de juego real y confiable.
Siempre se ha dicho que lo ideal es construir sobre resultados, y es la ventaja que tiene el cuerpo técnico, que no ha podido maximizar el rendimiento de varias de sus fichas, particularmente los volantes de ideas.
Se entiende que los futbolistas responden a sus condiciones, y que cuando están motivados desarrollan a plenitud su labor, generando un ambiente de confianza individual y colectiva que se traduce en el fortalecimiento de la estructura básica del equipo.
Y aunque es fácil suponer que el producido personal corresponde a cada uno, también cuenta la forma como se les potencializa, y es donde los entrenadores en muchas ocasiones cumplen un papel trascendente, que vigoriza la sintonía con sus dirigidos.
Recuerdo por ejemplo que Jefferson Cuero y Félix Micolta alcanzaron un punto altísimo con el técnico Osorio en el Once Caldas, siendo hoy unos más en sus escuadras, y hasta el mismo Wason Rentería que aquí deslumbró, y en Millonarios es una sombra.
Todo esto a cuento del problema de adaptación, o de figuración, que han tenido con el Sachi Escobar hombres como Ómar Rodríguez o Jorge Núñez, quienes en otras épocas fueron claves, y motivo de atracción para que se les contratara como refuerzos.
Llama especialmente la atención el caso de Rodríguez, hoy en boca de los aficionados blancos que lo resisten porque viéndolo con el Pasto era clarito en su fútbol, gran generador de pases, de potente remate de media distancia, y hasta con gol.
¿Puede acaso un jugador cambiar tan abruptamente sus formas?, o será que el sistema poco le ayuda, o faltan indicaciones desde el banco, o una incentivación superior, y nos quedamos en el embeleco de su flojo accionar convencidos de que eso le pasa por ‘pechifrío’.
Igualmente es función del técnico sacarles la mayor utilidad a sus pupilos, como lo hizo Flavio Torres en el Pasto, o a Jorge Núñez, bastión fundamental de aquella escuadra que le regaló el título al Junior por la mala conducción en la final de Pompilio Páez.
Y no quiero disculpar la responsabilidad que le cabe a ellos mismos, que tienen la obligación de ofrecer un mejor servicio por la forma como les cumplen y sus antecedentes, y porque es su carrera y su trabajo, y es indigno que teniendo con qué no lo entreguen todo.
Pero la verdad es que el Once Caldas hasta ahora depende en demasía de los rendimientos particulares, y se está demorando mucho en encontrar el estilo que lo identifique, que debe aparecer ya para evitar el desperdicio de un plantel que nominalmente es muy capaz.
Se ha visto que el ritmo lo imponen dos o tres jugadores, en especial Alcatraz García y Gonzalo Cabrera, que cuando están en mal momento conducen a que se cierren todas las alternativas por carencia de una carta de navegación sólida y apropiada.
Solo por pasajes el Once Caldas muestra algo, y está ganando sin convencer. Obviamente es mejor hacer arreglos ganando puntos que remendar desesperadamente en medio de las derrotas, pero deben darse los correctivos en el corto plazo porque la suerte se acaba.
Ojalá el espejismo del tercer lugar y los resultados no escondan la realidad del equipo, al que solo la actitud lo salva de la falta de identidad futbolística.
Esta semana por la Copa Postobón nueva derrota, esta vez a manos del Tolima, en otra floja presentación según cuentan quienes vieron el partido, y ojo que el cuento de que ese torneo es intrascendente no vale porque aquí ya pasó el año anterior, y al final ni el uno ni el otro.
Hasta la próxima…
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