Jorge Enrique Pava


Primero, fue el envío de miles de requerimientos a los ciudadanos manizaleños para que confesaran, en una especie de juicio de la inquisición, el origen de los ingresos declarados ante la DIAN durante los últimos años. La pretensión era, según se pudo desprender de las versiones de los propios concejales, perseguir a aquellos "delincuentes" que tenían bienes raíces arrendados dentro del municipio y no pagaban el impuesto de Industria y Comercio; igualmente, se pretendía acosar a los "criminales" que tenían inversiones en sociedades en la ciudad de Manizales, para obligarlos a pagar dicho impuesto sobre las utilidades que hubieran recibido.
Y ahora, se desata nuestro tiranillo en una andanada de embargos de salarios y saldos de cuentas bancarias a los "facinerosos" propietarios de inmuebles que adeudan el impuesto predial, (y próximamente a los deudores del impuesto al teléfono) sin mediar siquiera una invitación a que se pongan al día, como lo haría cualquier empresa que quisiera manejar una relación cordial con sus clientes. ¡No! Aquí lo importante es hacerse sentir; aquí lo importante es demostrar quién manda; aquí lo importante es que el pueblo sienta que existe un emperador que puede hacer lo que se le venga en gana con sus súbditos. ¡Eso es gobernar, carajo!
En junio 20 de 2012, este diario publicó una entrevista con el secretario de Hacienda, Jaime Alberto Valencia, en la cual se declaró satisfecho con el comportamiento de los tributos y agregó que "el comportamiento (en el recaudo de los impuestos) ha sido muy óptimo (sic). El contribuyente de Manizales ha sido muy juicioso en el pago de los impuestos". Pero a principios de noviembre, cuando supuestamente empezaron los procesos de cobro coactivo, el panorama para la Alcaldía cambió radicalmente y aquellos contribuyentes cumplidos, ejemplares y juiciosos, pasaron a ser unos parias. ¡En tan solo cuatro meses!
Pero, ¿no habrá pensado siquiera el reyezuelo que nos gobierna, en el origen de las moras en los pagos de los impuestos municipales? La desmotivación del contribuyente es una de las principales causas de evasión y renuencia al pago de tributos. Cuando el contribuyente se ve sometido a sacrificar parte de sus ingresos sin encontrar contraprestación, la tendencia es a evitarlo hasta el máximo, pues se siente asaltado, esquilmado, robado… No podemos esperar que la ciudadanía pague gustosa sus impuestos cuando sale a la calle y tiene que someterse a transitar por zonas como la carrera 23, invadida de ladrones, vendedores ambulantes, prostitutas, ventas de fritangas, frutas y verduras, descomposición, olores nauseabundos, etc., y la autoridad brillando por su ausencia.
O cuando ese mismo ciudadano transita por avenidas invadidas de buses, busetas, taxis, motos y particulares infractores que hacen lo que quieren, violan las leyes, agreden a sus semejantes y no encuentra a quien acudir para su defensa. O cuando es víctima o testigo de atracos, asaltos o fleteos en sitios supuestamente cubiertos por cámaras de seguridad y, a la postre, descubre que éstas no funcionan y quedan truncas las investigaciones. O cuando pasa por la Plaza de Bolívar, el Parque de Caldas y otros sitios céntricos y emblemáticos de la ciudad, y los ve llenos de niñas y niños ofreciendo su cuerpo como mercancía ante los ojos de quienes deberían controlar este tipo de desastres. O cuando ve una ciudad sin norte, sin futuro, sin proyección y sin expectativas…
Y está bien que el municipio se preocupe por recaudar los impuestos, pues es su mayor fuente de ingresos. Pero no atropellando a los ciudadanos; no invadiendo sus arcas; no haciendo uso de la fuerza; no arrasando con sus planes familiares en épocas tan sensibles como la navideña. Porque ese ciudadano que se siente solo frente a las injusticias; desamparado ante los delincuentes de verdad; impotente ante el caos de movilidad; e inseguro y acechado por todo tipo de peligro, no puede además verse allanado, maltratado y ultrajado por el propio origen de su insatisfacción, pues esto se convierte en una bomba de tiempo que llegará a sumarse a tantos problemas que padece Manizales y que no tiene un gobernante que los enfrente. Manizales no necesita de un alcabalero en la administración. Manizales necesita un líder de verdad que provoque una visión más amable en el ciudadano y que genere nuevamente el sentido de pertenencia que nos caracterizó. Con esto, puedo asegurarlo, los recaudos llegan solos, sin presión y sin necesidad de atropellar a los deudores; y sin necesidad de este embrago colectivo.
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Es curioso pero, leyendo en Semana la columna de Alfredo Rangel intitulada "Petro, el autoritario", no pude dejar de pensar que, en algunos de sus párrafos, se había inspirado en Manizales y su actual alcalde.
Transcribo el primero: "El desastre de la gestión del alcalde Petro en Bogotá es producto de su personalidad y de su radicalismo. En Petro se combinan una personalidad autoritaria y una ideología radical que lo hacen incapaz de manejar con cordura, responsabilidad y eficacia una ciudad moderna como Bogotá. Para satisfacer su ego inventa problemas donde hay soluciones, y deja quietos los verdaderos problemas. El caso es mantener una situación de confrontación permanente que le permita demostrarse a sí mismo y también a los demás que es él, y únicamente él, quien manda en la ciudad. Que él siempre está en lo cierto y que el resto vive equivocado… o son mafiosos".
Cambie Usted, amable lector, a Petro por Rojas, a Bogotá por Manizales, y a mafiosos por politiqueros y tendremos un párrafo perfectamente adecuado para lo que hoy soportamos.
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