Ricardo Correa


El proceso de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc definitivamente está andando, se está moviendo. Mejor noticia no podría tener el país. Y como es lo lógico, las negociaciones están determinando buena parte de las decisiones gubernamentales y las movidas de los políticos y partidos. Claro que otros asuntos también ocupan los primeros renglones de la agenda: la reforma a la salud, el matrimonio entre personas del mismo sexo, las políticas de reactivación de la producción nacional, etc.
Sin embargo, la brújula señala hacia La Habana, lo cual está bien.
El actual proceso, con solo siete meses de duración, ha avanzado muchísimo más que el del Caguán, que duró tres años, no avanzó un centímetro y no obtuvo nada, a excepción de un acuerdo humanitario que permitió la liberación de más de trescientos miembros de la Fuerza Pública que estaban en manos de la guerrilla; casi toda la energía se despilfarró en enredos del proceso mismo.
Por el contrario, La Habana no ha tenido este tipo de "trancones" y su dinámica pareciera fluir en lo importante: los temas sustanciales de la agenda.
Y porque avanza es que se levantan voces disonantes en su contra, que quieren su fracaso y que invierten su tiempo y esfuerzo para que las negociaciones no prosperen. El expresidente Uribe y sus precandidatos presidenciales, el procurador Ordóñez, el presidente de Fedegán y columnistas de opinión encabezados por Fernando Londoño Hoyos, entre otros, son los más visibles. Muchos de ellos acuden a la mentira y la invención buscando crear miedo y odio entre la población respecto a las negociaciones. Son manipuladores. En un tremendo acto de egoísmo quieren privar al país de la posibilidad de cambiar su historia. Son tantas las fábulas que han creado, que sería imposible por asunto de espacio rebatirlas todas en esta columna.
Querer hacer pensar a los colombianos que el Gobierno está regalando el país a la guerrilla y que ésta entrará a dominar la política nacional es una monstruosidad de mentira, y que por su falta de ponderación transita a la mala fe.
Este es un proceso bien diseñado y no me cabe la menor duda de que los representantes del Gobierno en la mesa de negociación están actuando con gran responsabilidad. Dicho sea de paso, el equipo negociador es inmejorable. Ahora bien, esto no quiere decir que las soluciones sean fáciles y que a diario no se enfrenten en la mesa situaciones supremamente difíciles, con apariencia de sin salidas. El más claro ejemplo es lo relativo al tratamiento judicial de los actos criminales de los que son responsables los miembros de la guerrilla, especialmente su jefatura.
Es atrevido sobremanera decir que ya hay acuerdos en este delicadísimo asunto, por el contrario todo está por construir. Y la solución que se encuentre no dejará satisfecho a todo el mundo; al mismo tiempo, significará un enorme desafío para la próxima década en términos de convivencia y ejercicio político. Pero si no asumimos este reto, si no atravesamos de una vez por todas este complejo tramo, doloroso para muchos, tal vez nunca superemos la violencia mórbida y endémica que nos ha agobiado por más de medio siglo.
Estamos mucho más cerca de lograr un acuerdo de paz con las Farc que todas las veces anteriores, no vaya a ser que con todo servido despreciemos la oportunidad. Sería una insensatez con un altísimo costo. Se repetiría la tragedia como un sino fatídico. Ojalá no sea así.
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Produce escalofrío la crónica de la revisa Semana que está circulando (http://www.semana.com/nacion/articulo/la-viuda-alias-el-diablo/340635-3) sobre Ariel Rodríguez, más conocido como "El diablo", un sicario de Cartago que terminó convertido en gran "elector" del norte del Valle, con alcaldes y congresistas de su bolsillo, quien se dio el lujo de hacer elegir representante a la Cámara a su esposa Nancy Montoya.
Esta historia se ha repetido una y otra vez desde hace mucho tiempo, y si bien la explosión de la parapolítica ya pasó, algo indica que la política en Colombia sigue siendo asunto de rufianes. Muchos políticos "decentes" han convivido, y lo siguen haciendo, con estos siniestros delincuentes sin la menor consecuencia. ¿Será posible que esto cambie algún día?
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