Luis F. Molina


Hace cinco años la situación era plenamente diferente. Parecía que Colombia se iba a quedar sola en la región, enclavada en un círculo político cambiante que creía contraponerse por completo a las polémicas doctrinas del gobierno de entonces. La muerte de Hugo Chávez fue definitivamente el punto de quiebre. El golpe para la región fue demoledor. Por ejemplo, habladores y oportunistas como Daniel Ortega tuvieron que rebajar la retórica conspirativa en su discurso.
Correa, por su parte, está en la parte gloriosa de su gobierno. Es una historia familiar de idilio en el poder, en el cual se cometen sinnúmero de irregularidades que únicamente llegan a la opinión pública una vez han abandonado el trono presidencial. Los abusos con la prensa son la causa principal para desconfiar de un gobierno que quiere callar toda expresión contradictoria, citándoles a los periodistas de golpistas, mentirosos y cualquier otro improperio que Rafael Correa tenga en mente en su locuaz discurso.
Con franqueza, hay que admitir que la opinión de Evo Morales no es trascendente para la política regional. Por más que haya tratado de figurar hace un par de meses por una cuestión diplomática en Europa, sus protestas se fueron con la fuerza del viento. Por su parte, Brasil quiere mantenerse lejos de todos los corrillos que a diario se tejen entre los presidentes de Sudamérica y unos cuantos metidos de Centroamérica.
Sin embargo, el ejemplo más fuerte de los vientos de cambio que se aproximan y pueden derrumbar las débiles bases del cambio político latinoamericano empiezan a sentirse en el sur; en Argentina. Las elecciones legislativas del pasado domingo dejaron pésimamente parado el partido de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La oposición aprovechó y celebró lo que puede significar el fin del ‘kirchnerismo’ con el paso de los meses.
La fuerza política de la década pasada en Argentina parece morir agónicamente. La razón: la presidenta no garantizó a sus ciudadanos la solución de sus inequidades o, al menos, no lo intentó. Los proyectos del Frente para la Victoria quedarán frustrados al perder las curules que necesitaban para intentar reformar la constitución y darle más tiempo en la presidencia a CFK, aunque habían advertido que no irían tras esta iniciativa. La especulación le valió al ‘kirchnerismo’ su vida política, posiblemente.
Pero más allá del guarismo, en Argentina se presentan los primeros derrumbes de una estructura política edificada en la palabrería y la retórica. Aún no es posible proyectar si después de lo que ocurrió en el sur del continente pueda registrarse un efecto dominó en el resto de naciones que, como Argentina, construyeron castillos en el aire y que por algún momento fueron funcionales. La falta de liderazgo en cualquier movimiento, por torpe o inocente que ésta sea, siempre le condenará al fracaso y eso es lo que está pasando en la región.
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Cuando el escándalo de las interceptaciones telefónicas hechas por la agencia de inteligencia estadounidense NSA comenzó, pocos pudieron vaticinar la clase de desajuste político que podría traer a EE.UU. Aunque la actitud del gobierno Obama sea displicente y cínica y no preste atención a las miles de escuchas que cada día se revelan, habrá un momento en el que tenga que admitir que su gobierno se ha pasado de la raya espiando a varios personajes en Europa y América Latina, mayormente.
Obama no puede ignorar más un problema que se salió de sus manos. Aunque confiar ciegamente en las versiones de Edward Snowden sería un error periodístico, los datos que arroja luego de su salida de la agencia de inteligencia demuestran una guerra sucia basada en el espionaje indiscriminado. En este caso no hay argumento de defensa de seguridad nacional que valga. Simplemente las proporciones no concuerdan. Además, quién sabe qué más falta por descubrirse, ¿es éste apenas el comienzo? ¿A tanto espionaje existen también maquinarias de contraespionaje? Es todo especulación.
Los gastos de hoy pasarán su precio mañana, sin duda alguna. Los reclamos de Alemania y Brasil pueden complicarle a Estados Unidos dos relaciones que estaban en plena calma.
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