José Jaramillo


Estamos los creyentes católicos como el que se elevó y no volvió a caer: en el aire, a causa de los descubrimientos científicos que echan por tierra lo que nos enseñaron los curitas en las clases de religión, fundamentados en La Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) y en el Catecismo del Padre Astete. E igual cosa les sucede a quienes profesan el islamismo, el budismo, el judaísmo e infinidad de etcéteras, en los que creen pueblos de todas las latitudes.
Ni modo de decir que los doctores de las iglesias van a tener que barajar y volver a dar, porque el asunto es demasiado complejo. Con el agravante de que los jerarcas religiosos suelen ser fundamentalistas, y de lo escrito en el Corán, el Tora y La Biblia no los saca nadie, porque aseguran que tales libros fueron revelados por su respectivo dios; y enmendarlos o rectificarlos sería una herejía expuesta a los mayores castigos.
En el caso del cristianismo, hay antecedentes desde la Edad Media, cuando Copérnico aseguró que la Tierra era redonda y que giraba alrededor del Sol, lo que casi le cuesta que hiciera un asado con su cuerpo la Inquisición. El sabio se "patrasió" a tiempo y la cosa se quedó como estaba: que la Tierra era plana y que el centro del universo era Jerusalén. La idea hasta ese momento (año 1200 y pico) era que más allá de las Columnas de Hércules, que correspondían al Atlas en el extremo occidental de África, sobre el Mediterráneo, y al Peñón de Gibraltar, en el sur de la Península Ibérica, había como una gran catarata, por lo que ningún navegante se atrevía a pasar de allí. Esa idea la rebatió Piteas de Massalia, quien llegó a las Columnas de Hércules y siguió derecho, cruzó por el canal que hay entre Inglaterra y la isla Man, subió hasta Islandia y bordeando el Atlántico Norte regresó al Mar Mediterráneo.
En el siglo XV Galileo retomó las ideas de Copérnico y ahí sí la jerarquía católica no dijo nada. Pero hubo que esperar cinco siglos, hasta el XX, para que Su Santidad Juan Pablo II reconociera que Copérnico tenía razón, y que lo de la Inquisición fue un error. ¡Qué tal que hubieran hecho el churrasco con el pobre!
Ahora la cosa está más complicada. Los astrónomos, apoyados en poderosos equipos electrónicos, superiorísimos a los telescopios antiguos y al ojo pelado de los sabios empíricos, y en las matemáticas avanzadas, echaron por tierra el cuento de la creación del mundo en siete días ("…el primer día hizo Dios el Sol y La Luna"), el último de los cuales el Señor descansó, lo que el buen Padre Astete asimila al domingo, razón por la cual ese día hay que dedicarlo a la oración, so pena de incurrir en pecado mortal.
El problema radica en que el común de la gente entiende la versión del catecismo, que es simplista y racional, acomodada a la cotidianidad del entendimiento humano, y sustentada en el Antiguo Testamento, que es como una novela muy poética y entretenida; y en cambio al doctor Hawking cualquiera no le digiere su teoría del Big-Bang; y si uno insiste en leer sus libros, como la Historia del Tiempo, que yo de tozudo me leí tres veces sin lograr entender nada, corre el riesgo de terminar cogiendo "pispirispis" en el aire, hasta que tengan que ponerle la camisa de fuerza y calmarle las pataletas con choques eléctricos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015