Luis F. Molina


China, el gigante asiático. Así conocen eufemísticamente los economistas a este país al que dan la mayor perspectiva económica del siglo. Quizás es un país donde todo está por venir y también donde todo puede estar por clarificarse.
Desde 1949 y gracias a Mao Zedong se conoce la República Popular de China, luego de siglos de una civilización próspera y últimamente agobiada por dictaduras y guerras internas que desembocaron en revoluciones sociales. Bien es conocido que China está escudada bajo los mandamientos del comunismo. Sin embargo, este país da un beneplácito para el funcionamiento del más salvaje tipo de capitalismo existente.
Existen varios escándalos en China. Problemas con el Tibet, censura a los medios de comunicación foráneos, una muy difícil póliza que permite a cada familia únicamente tener un hijo debido a su sobrepoblación y crisis laborales por el irrespeto que existe en este país hacia los Derechos Humanos y del trabajador. Aquí un reciente caso.
Apple es una muy mentada compañía de tecnología estadounidense responsable de los grandes avances en computación, almacenamiento de música y dispositivos tecnológicos de alta generación durante la más reciente década. Como muchas de estas empresas, sus dispositivos son fabricados en su mayoría el sudeste asiático y en China.
Foxconn es una compañía taiwanesa encargada de la producción de los elementos tecnológicos que constituyen el 90% del funcionamiento de los productos Apple. Un periodista de la cadena norteamericana ABC logró acceder al corazón de esta industria. La razón: durante muchos meses se ha registrado un aumento en los suicidios laborales, quejas por maltratos y falta de garantías en los sitios de trabajo.
La compañía se comprometió a reducir el índice de suicidios. Ahora presiona a sus empleados a firmar una promesa en la que aceptan que ningún miembro de su descendencia podrá demandar a Foxconn por muerte accidental o súbita, heridas o suicidio con razón laboral. Este tipo de muertes se presenta con relativa cotidianidad y las garantías exigidas por los gremios no se aplican. Y como Foxconn, miles de multinacionales producen allí a costa de la vida humana, los bienes materiales que el resto del mundo disfrutará, pero que cuyos creadores físicos pocos beneficios obtendrán.
El dilema chino crece con el paso constante del tiempo. El gobierno presidido por Hu Jintao está más ocupado por atender los problemas de fronteras en lugar de responder a las necesidades básicas de los más de mil 300 millones de chinos que bajo su responsabilidad se sitúan.
Pensar y expresarse en China no es tarea fácil. Grandes atropellos a los Derechos Humanos se han registrado desde la institución de la República Popular. La libre expresión ha estado censurada, así como la participación política alternativa. ¿Qué le puede garantizar esto a un país que quiere ser la primera economía mundial? De hecho, ¿para qué puede servir ser la economía más potente si no es para ayudar a sus propios ciudadanos?
El problema con China radica en que es una nación de apariencias, llena de espejismos donde los problemas internos son una bomba de tiempo, completamente reprimidos por pólizas gubernamentales pobremente encaminadas al beneficio público.
Los medios del mundo nos han vendido a China como el nuevo destino para hacer negocios. Otros periodistas resaltan la calidad de su educación… Pero todo esto tiene un valor, y éste es el costo humano bastante alto que cada día les duele a los millones de ciudadanos chinos.
La inestabilidad social es un peligro potencial con el que sus populosas y contaminadas ciudades deben convivir diariamente.
Es probable que China se convierta en el próximo fondo de inversiones e inclusive en el banco del mundo. Pero mientras su respeto por la vida humana y la integridad de sus habitantes continúe como un aspecto secundario, serán muchos los problemas que germinarán y, a largo plazo, forzarán este país a un cambio repentino, o también a una nueva revolución que les permita a sus ciudadanos reclamar un trato digno de parte del gobierno y de sus empleadores.
Así mismo, la criminalización y la persecución política son aspectos al que el mundo debe poner sus ojos.
Es claro que nuestra sociedad compra imágenes y el retrato que desde 2000 se ha tenido de China es de un país próspero, lleno de fuerza, simbolizado por un dragón, que puede revivir o mejorar el progreso mundial. No obstante, existen cánceres y enfermedades dentro del dragón que pueden terminar por matarlo antes de que logre hacer un cambio significativo en el curso mundial.
Tal vez el gobierno chino deba salirse un poco de los problemas ajenos y preocuparse en ser verdaderamente un gobierno para su gente, como lo reza bien su nombre; una república popular, encargada de seres humanos y no de máquinas.
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