Orlando Cadavid

Gracias al valioso concurso de don Efraim Osorio López, nuestro gramático de cabecera, venimos a conocer en detalle el origen del nonagenario vocablo Chiva, tan socorrido en el argot periodístico colombiano para calificar la primicia informativa.
Nos escribe el notable filólogo caldense, tras reconocer que la palabra Chiva (sin las incómodas comillas) es irremplazable: "Es posible que usted ya sepa esto. De todas maneras, le voy a transcribir lo que el Diccionario de Colombianismos, de Alario di Filippo, dice al respecto: "Noticia sensacional, primicia informativa. Según el profesor Luis López de Mesa, el siguiente es el origen de esta palabra:
"A la sobretarde de un día de 1922, Ismael Enrique Arciniegas, Gabriel Turbay y Cornelio Hispano anotaban en la tertulia de "El Nuevo Tiempo" este hecho confuso de llamarse entre nosotros ‘chiva’ el dado emplomado de los tahúres, cuando llegaron a ella Luis Roa Ospina y Luis Antonio Medina, noticieros entonces del periódico, con el primer anuncio de una gran nueva publicable. Al oírlos, Cornelio, jugando un poco del vocablo, comentó: Ustedes sí que traen hoy "chiva gananciosa". De aquí en adelante Roa y compañeros dieron en llamar de ese modo toda primicia noticiera, con que se difundió y prendió definitivamente dicho nombre". ¿Descubrí el agua tibia? En todo caso, fue con mucho gusto".
Muchos años antes de que la Real Academia de la Lengua la admitiera en su reputado Diccionario (XXII edición/febrero de 2003), el citado profesor López enfilaba sus briosas baterías contra el empleo del vocablo Chiva, en su condición de defensor de la pureza del idioma.
En 1950 -cuando Bogotá era un pueblo grande con Presidente, Alcalde, Arzobispo, Gobernador y Tranvía- el excanciller y exministro de educación, que fue siquiatra, sociólogo, humanista, diplomático y ensayista, se oponía a que los periodistas de la época recurrieran al nombre del pequeño animal de cuatro patas, la cría de la cabra, como equivalente a la primicia informativa o a la noticia exclusiva.
Sesenta años después de esta batalla idiomática, vemos que este prohombre, autor de "El libro de los apólogos" y de otras 25 obras, aró en el desierto en su confrontación con la palabra de marras.
Los periodistas de todas las generaciones hicieron caso omiso a la reiterada recomendación del doctor López, formulada desde las páginas de los principales diarios bogotanos, para que se archivara el término Chiva y se cambiara por otro que, en su sentir, luciera más decente, menos "animal", más apropiado. Nada. Siguieron de gancho con la reina de las redacciones, sin importar que careciera de trono, cetro y corona.
Decía la noticia del 24 de mayo de 1952, en El Tiempo: "No debe decirse chiva. La Academia Colombiana de Historia aprobó, en Bogotá, una interesante moción del profesor Luis López de Mesa, en la cual se sugiere remplazar la palabra chiva por otros vocablos que el académico considera más apropiados como ‘sorpresa primicial, novedades, gran descubrimiento, primera información, últimas noticias".
La Chiva no se inmutó ante las arremetidas de su encopetado enemigo acérrimo y hasta el día de hoy sigue vigente, muy campante, en el lenguaje de los miles de colombianos dedicados al bello oficio.
Antes de que la empingorotada Real Academia le diera licencia, en las páginas de su diccionario, a la Chiva, el académico paisa Manuel Pérez Suárez, autor del Diccionario de las Comunicaciones, le dio esta definición:
"Vocablo despectivo (sic) dentro de la jerga periodística para referirse a una primicia o noticia de importancia que toma la delantera frente a los demás medios de comunicación social".
La apostilla: El finado periodista chileno Jenaro Medina Vera, el exigente director de "Vea", revista que llegó a constituir un gran fenómeno de circulación en Colombia, entre el 60 y el 70, le ponía este perverso aviso a sus reporteros en la puerta de la sala de redacción: "Ojo: si no trae Chivas, no entre"…
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