Orlando Cadavid


El filósofo Luis López de Mesa -una de las más altas cumbres de la inteligencia antioqueña- jamás comulgó con el humor de sus coterráneos, que encontró bronco y procaz, y se inclinó por el chascarrillo bogotano, que lo sedujo por veloz, oportuno y chispeante. El hombre de letras fue más allá y puso el humor costeño por encima del que practicaban los paisas.
La postura asumida por el excanciller de la república y exministro de educación tiró por la borda la calumnia generalizada, según la cual, "todos los antioqueños padecen un regionalismo francamente enfermizo".
Escribió el académico López acerca del humor de la raza maicera de la que se sentía tan orgulloso, en un denso ensayo sobre el principio de la comparación y de la exageración, terrenos en los que sí ha sido campeón el pueblo de la dura cerviz:
"Tímido y orgulloso a la vez es el antioqueño: mezcla que le perjudica grandemente, porque le priva de la flexibilidad del bogotano y de la agradable franqueza del costeño. Aventurero también, gusta de conocer el mundo, y es observador de mucha inquietud mental, aunque de información y en superficie todavía no posee "humor". Ni siquiera se le reconoce fama de chistoso: pues su gracejo es por exageración, al revés del bogotano que busca el retruécano o juego de recónditas similitudes.
El chiste antioqueño es de naturaleza pesado y rudo por la exageración: el chascarrillo bogotano es un chispazo instantáneo, gracias al cual el calambur aparece con la rapidez del rayo frente al hecho donde se produce. En el campo del refrán acontece lo mismo: el antioqueño es fuerte; en el refrán bogotano predomina la elegancia: Una ruda mujer paisa repite la sentencia mejicana: "hay manece y no lo prueba", mientras una remilgada rolita bogotana, ya embarazada, se contenta con transformarlo y decir con elegancia: "hay pernota y no lo capta".
El doctor López no estaba solo en la acerba crítica a sus paisanos de la montaña, como queda demostrado en este espaldarazo que le dio, en el mismo ensayo, el exgobernador e historiador Jaime Sierra García, autor de los dos interesantes tomos de "El refrán antioqueño en los clásicos":
"Bien hace el profesor López de Mesa en negarle al antioqueño el don del humor y la fineza en el chiste. Para el antioqueño, el humor se traduce en exageraciones burdas convertidas en altisonantes comparaciones. Abunda la fanfarria. En el abuso de las comparaciones y las exageraciones existe otra cantera paremiológica de refranes paisas, que apenas hacen sonreír someramente a la gente culta, por el descomunal embuste que encierran y que han llevado a calificar al antioqueño de mentiroso y fanfarrón, o por lo menos pedestre".
La apostilla: López de Mesa, profesor de profesores, se las traía como investigador de la procedencia de los refranes populares: Para él, el adagio "El que da primero, da dos veces" (que muestra la ventaja de agredir antes de ser agredido), no fue de la autoría del manchego Miguel de Cervantes Saavedra sino del filósofo Lucio Anneo Séneca.
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