Alejandro Samper


En 1997 se estrenó en los cines estadounidenses un comedia -floja- llamada El hombre que sabía muy poco, sobre un tipo -inepto y despistado- que viaja a Inglaterra para estar con su hermano y éste, para embolatarlo por un par de horas lo inscribe en un programa llamado El teatro de la vida. Allí, un grupo de actores le montan una pantomima en la que él es un espía, pero las cosas salen mal y el tipo termina involucrado en una red de espionaje real. Sobra decir que su torpeza e ingenuidad lo salvan constantemente y termina siendo un héroe.
Me acordé de la película tras ver la caricatura de Héctor Osuna publicada en El Espectador el pasado jueves (23 de agosto, No. 35.836). Se titula Salón de crisis, y en ella aparece el expresidente Álvaro Uribe con su celular por el que se la pasa trinando e insultando, y rodeado por los exdirectores del DAS Jorge Noguera y María del Pilar Hurtado, por el excomisionado de Paz Luis Carlos Restrepo, su jefe de escoltas el general Mauricio Santoyo, a sus exministros Sabas Pretelt y Andrés Felipe Arias... Todo un gabinete de personajes investigados y alguno de ellos condenados por parapolítica o corrupción.
Y Uribe ni por enterado. Increíble. Siempre parece ser el último en saber la clase de personas que lo rodean y lo ensalzan. Del general Santoyo, que aceptó ante un juez de los Estados Unidos que tuvo vínculos con los paramilitares, dijo desconocer sus actividades a pesar de que fue su jefe de escoltas entre el 2002 y el 2006, y que él mismo promovió su ascenso. "Si el director de la Policía en ese momento, general Óscar Naranjo, el ministro de Defensa en ese momento, Juan Manuel Santos, o yo como presidente, hubiéramos tenido mala información sobre el coronel Santoyo, no lo habríamos ascendido a general… lo habríamos retirado de la fuerza y lo habríamos acusado", dijo a La W esta semana. Sonó tan convincente.
Curiosamente sí sabían de sus andanzas, y las denunciaron en su momento, los senadores Jorge Robledo, Gustavo Petro, Cecilia López e incluso Juan Manual Galán (que no es el más brillante de todos los delfines).
Así ha sido todo lo de Uribe. No se entera de las chuzadas del DAS. De los falsos positivos. Del montaje de la desmovilización del falso frente de las Farc Cacica La Gaitana. De que el paramilitar alias ‘Job’ entraba a la Casa de Nariño por la puerta de atrás y se reunía con sus asesores a pocos metros de su despacho. De que José Miguel Narváez, otro exdirector del DAS que él ordenó (según denunció el "buen muchacho" Jorge Noguera Cotes a la Sala Penal de la Corte Suprema), también estaba asociado con los paracos y vinculado al asesinato del humorista Jaime Garzón. De que su embajador en Chile, Salvador Arana, mandó a matar al exalcalde de El Roble Edualdo Díaz, crimen anunciado públicamente ante el mismo Uribe por la víctima durante un consejo comunal. De que su primo y presidente del Senado Mario Uribe también estaba metido con los paras. De que durante su gobierno asesinaron a más de 400 sindicalistas, según Human Rights Watch.... y así podemos seguir echando reversa hasta preguntarse cómo siendo director de la Aerocivil (1980-1982) nunca se dio cuenta de los aviones que despegaban cargados de cocaína desde Antioquia o quienes usaban helicópteros y para qué.
La más reciente perla a este rosario de omisiones del bravucón del trino es la decisión que tomó ayer el Juez Octavo Especializado de Bogotá, en la que condena a 25 años de cárcel al general ® del Ejército Rito Alejo del Río, por la muerte de un líder campesino en el Chocó, en hechos ocurridos el 27 de febrero de 1997. Diez años después de este asesinato, el entonces presidente Álvaro Uribe, acompañado de Fernando Londoño Hoyos y Plinio Apuleyo, le hizo un homenaje público a este personaje, amigo personal del ‘Ubérrimo’, y al que tildó de "héroe" nacional.
Rito Alejo del Río no solo asesinó al campesino Mauricio López Mena, caso por el que lo condenaron. También debería ser investigado por la muerte de Mario Arango de la Cuesta en 1988, quien denunció a las autoridades que por las costas del Urabá antioqueño estaban entrando armas de manera ilegal, al parecer destinadas a las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), al mando de los hermanos Castaño y bajo la bendición del general en mención. A Rito Alejo lo llamaban ‘el Pacificador’. Yo, a Mario Arango, lo llamaba "abuelo".
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