Bernardo Mejía


Se dice que el deporte que más seguidores tiene en el mundo es el fútbol y que, además, es el que más dinero mueve. Deporte que produce todo tipo de pasiones, algunas controladas como en la mayoría de países, otras totalmente desaforadas y descontroladas como ocurre en el nuestro.
No hace muchos años en Colombia ir a los estadios era un paseo familiar y se veía con horror lo que pasaba en países como Inglaterra donde unos hinchas violentos y agresivos, conocidos como los Hooligans, representaban un peligro para las ciudades cuando iban a ver a su equipo preferido. Llegaron a ser tan famosos, que hoy en día en Europa para definir a las ‘barras bravas’ de los equipos de fútbol se les llama los Hooligans.
Para finales de los años ochenta estas barras se convirtieron en un verdadero problema, por lo que las autoridades europeas tomaron acciones drásticas para controlarlos. Hoy en día siguen existiendo, pero están muy lejos del mal comportamiento que tenían anteriormente.
Lamentablemente en nuestro país somos muy buenos para copiar las malas acciones, pero muy malos para copiar los correctivos. Hoy en día asistir a los estadios a ver los partidos de fútbol dejó de ser un programa familiar. Al gobierno se le salió de las manos el control de las denominadas "barras bravas" de los equipos de fútbol. El comportamiento y las actuaciones de estas personas, tanto en los estadios, como es sus alrededores o inclusive en las carreteras nacionales, se convirtieron en un problema de alta seguridad para la Policía Nacional.
Para un partido de fútbol, las vías de acceso y las que circundan los estadios se cierran desde unas horas antes del partido hasta después que el juego ha concluido y han salido todos los asistentes al estadio. Últimamente se ha establecido la ley seca para los alrededores del escenario y aún así, con todas estas medidas de control, siguen ocurriendo hechos lamentables. La verdad es que el asunto se salió de las manos de las autoridades hace ya varios años.
Al observar el comportamiento de estas barras en el estadio dudo que le presten la debida atención al partido. Por atender sus cánticos -con todo el ritual que estos tienen- y por estar atacando permanentemente a sus rivales, se distraen del juego. Para ellos el encuentro de fútbol es una disculpa, lo que buscan es una fiesta con trago y droga incluida. Fiesta muy peligrosa y complicada, entre otras.
El comportamiento de estos fanáticos es muy difícil de entender. Son totalmente agresivos y no les importa atacar al que sea, incluyendo a los seguidores de su mismo equipo. Un ejemplo de lo anterior es lo que en los últimos días le pasó a los jugadores y a los seguidores del Once Caldas. A un jugador, en el bus del equipo que se desplazaba de Pereira a Manizales, le pegaron una pedrada en la cabeza -por poco lo matan- y a unos seguidores del equipo, saliendo de Medellín al bus que los transportaba a Manizales, después del partido contra el Nacional, un motociclista que los estaba persiguiendo le hizo unos disparos con los que mató a uno de los aficionados e hirió a otros.
Ese comportamiento de estas barras bravas tiene mucho que ver con el cuadro de violencia que desde hace muchos años afecta al país. La solución a este fenómeno requiere una acción integral por parte del Estado y de las familias. Proceso largo que todavía no lo estamos atendiendo. Pero mientras encontramos e implementamos la solución a este clima de violencia que vivimos, creo que hay que tomar acciones rígidas y dolorosas, como no permitir la entrada a los estadios de las barras bravas, tanto las del equipo local como las del visitante -así lo hicieron en Europa-. De lo contrario, seguiremos teniendo problemas con la violencia que se presenta permanentemente entre estos aficionados.
Otro tema, que también tiene que ver con el fútbol y concretamente con nuestro equipo, al que sin lugar a dudas Kenworth de la Montaña salvó. Si no hubiera sido por su intervención hoy estaríamos hablando de un equipo liquidado. Por lo que nosotros, los seguidores del Once Caldas, nos sentimos muy agradecidos. Pero hay que dejar en claro que en ningún momento la decisión de los directivos de esta empresa estuvo condicionada a la respuesta de los empresarios de la ciudad, ni al compromiso de los aficionados e hinchas del equipo. En su momento nos mostraron la vinculación Kenworth como un negocio publicitario de esta empresa. Eso no obsta para que sigamos apoyando y acompañando a nuestro equipo del alma.
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