César Montoya


El dramaturgo español Luis Vélez Guevara le dio vida libresca a este personaje del averno encerrado en vasija de cristal. Era un fisgón con su nariz metida en las alcobas, confidente en las travesuras de los enamorados, ventilador de chismes y atizador de escándalos menores. Sus ojos nucleares todo lo veían.
Para analizar la política de la parroquia se necesita un sexto sentido, una captación profética de ella. Como el diablo cojuelo, hay que subirse a los zarzos, tener oído con antenas y poseer la vivacidad del lince. Esa aventura futurista hay que desabrocharla y correr el riesgo de las equivocaciones.
Al grano.
La percepción objetiva es la penetración profunda de Uribe en la conciencia popular. Todavía la seguridad, tan astillada ahora, sigue siendo la motivación primaria del electorado para dar a conocer sus afectos por el expresidente. La cansada espera de un proceso de paz sin resultados, los diarios desarreglos sociales, el sorprendente despertar del alma campesina con insólita capacidad para la violencia, el duro caparazón indígena con metástasis por toda la geografía nacional, son factores repetitivos que desconciertan. La secuela está a la vista. En las encuestas es pobre el respaldo al presidente Santos.
En Caldas es milimétrico el reparto de los votos. Todos los partidos bordean, un poco más, un poco menos, los 30 mil. Ninguno de los actuales candidatos tiene suficiente respaldo electoral interno para llegar al senado. En conclusión, deben buscar el apoyo que les falta en otros departamentos para conseguir 40 mil votos o más. Ah difícil, costoso y aventurero ese coqueteo a los manzanillos de otras geografías expertos en el engaño, ávidos de comerse gratuitamente las carnadas.
Hay una incógnita solo despejable el día de las elecciones. El nombre de Uribe, solo ese nombre que encabeza su lista cerrada integrada por anónimos, puede sacar, en Caldas, unos 30 mil votos. ¿De dónde saldrán? No del Partido Liberal. Serán los conservadores en sus dos vertientes y el Partido de la U, también dividido, los que perderán sus afiliados que en las urnas demostrarán sus preferencias por el autócrata. Vaya un ejemplo: Si a las huestes de Mauricio Lizcano se le deslizan 10 mil sufragantes para engrosar los batallones del señor Uribe, sus votos reales en las urnas no serán 30 sino 20 mil. Lo mismo puede predicarse de las otras colectividades en contienda. Alarman esas deserciones.
No sé cuántos votos, en promedio, se requerirán para una curul de la Cámara. Uribe puede holgadamente sacar uno o dos representantes. Quedarían solo tres renglones para las otras colectividades.
Las encuestas son inquietantes. Mas del 60% de los posibles electores expresan que apoyarán las listas del exmandatario. Si a eso se le agrega la desfavorabilidad de Santos, nos toparemos con un terreno hostil a las cábalas optimistas de la clase política.
La posible salvación se avizoraba en el comando nacional que asumiría Vargas Lleras para liderar las fuerzas santistas. Pero lo hemos visto apenas preocupado por la suerte de Cambio Radical, olvidándose de su verdadera misión de colocarse a la vanguardia de quienes aspiramos la continuidad y desarrollo de los programas del actual Ejecutivo.
Finalmente hay otra arandela. Todo indica que el candidato de Uribe para la presidencia será Óscar Iván Zuluaga. Aunque no le ha ido bien en las encuestas nacionales, su nombre sí tiene mucho arraigo en Caldas, su departamento. El electorado será muy sensible a esta nueva realidad, que le dará más valor a las cábalas que se hacen en este escrito.
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