César Montoya


Nada los detuvo. Ni las carreteras menudeadas de peligrosos deslizaderos, ni las lluvias torrenciales y tenaces, ni la densa neblina.
Llegaron en racimo. Primero la fatiga de los camiones con los briosos caballos y detrás avanzaron, en abigarrado desfile, camionetas y automóviles con los jacarandosos que iban a participar alegremente en el festival equino.
El pueblo se embanderó. Los balcones multicolores, los afiches engrudados sobre las paredes, los llamativos pasacalles, la música en los establecimientos públicos, las chirimías en rondas callejeras, todo hizo parte del extrovertido festejo.
¡Ah, si Alvaro Gómez Hurtado viviera aún! Lo hubiéramos visto en las gradas del coliseo aplaudiendo a rabiar. Él manejó lápiz de artista para diagramar corceles de estéticas cabezas, de belfos anhelosos, de pechos con músculos tensos, nalgas opulentas, cerviz elástica y cascos sonoros. Habríamos visto a este caudillo de los entendimientos fundamentales, gozando del espectáculo que en Colombia, solo en Aranzazu, tiene una edición de impacto.
Gabriel Zuluaga: usted es nuestro Alcalde. Nuestros votos no fueron suyos, pero aceptamos la decisión de la democracia a su favor. Usted es un burgomaestre que nos honra. Aunque estemos en orillas opuestas, la verdad es que mi tierra eligió bien y en la grandeza de lo vernáculo todos estamos a su mandar.
Alcalde: No es posible prolongar por más tiempo la agrícola parranda de la cabuya. ¿Para qué más teatro vergonzoso al chicharrón y la empanada, a la alpargata y la mulera, para qué exhibirnos como un municipio de macheteros, diestros en golpes de azadón?
Escuche la protesta que llega desde la tumbas, en donde el espíritu volátil de Diego María Gómez, Javier Arias Ramírez, Roberto Agudelo, Juan Crisóstomo Osorio, Carlos Ramírez Arcila, le ruegan: "Por favor, no proyecte nuestro pueblo como un bastión de modestas ruralías".
Alcalde: Usted tiene que haber sido sacudido emocionalmente en esta alegre exposición equina.
Pácora le rinde pleitesía al agua, Salamina al aire.
¿Por qué nosotros no podemos simbolizarnos en la galanura de estos rocinantes, convertidos en seres inteligentes que decidían la suerte de las guerras griegas, que se encaracolaban agresivos frente a Troya, que piafaban sobre los océanos y devoraban distancias, viajeros inmóviles por los cielos con Don Quijote y Sancho Panza a horcajadas, mientras este par de granujas hundían los talones sobre los inexistentes ijares de los acezantes animales?
Aranzazu ya tiene tradición en el ámbito equino. Apoderémonos de estos altivos cuadrúpedos y celebremos su alegórico significado en nuestras festividades oficiales. El caballo es turismo, hoteles repletos, cantinas atestadas, plaza insuficiente para albergar a los visitantes, campesinos endomingados, economía próspera.
El caballo es poesía, personaje en las epopeyas, actor en los relatos homéricos, bohemia en las acuarelas.
Hay nombres para escoger: Festival poético Javier Arias Ramírez, Añoranza musical Juan Crisóstomo Osorio, el Festival del Caballo.
Alcalde: No más yuca ni arracacha, no más gelatina y chicharrones. No más cabuya.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015