Efraim Osorio


El rector del Instituto Universitario de Manizales, Cristóbal Trujillo Ramírez, influenciado o no por expositores modernos o sicólogos y filósofos de la actualidad, echó mano de los términos ‘eficientismo’ y ‘eficientista’ en estas apreciaciones: "La escuela de hoy es bien distinta, está centrada en el eficientismo…"; "…el enfoque eficientista de la educación" (LA PATRIA, 27/9/2013). Como desde hace muchísimos años estoy alejado de lo que hoy llaman ‘la Academia’, ignoro con qué frecuencia y con qué fin se emplean en la actualidad esos vocablos. Me llamaron la atención, no porque no estén en los diccionarios, sino por la propiedad o, mejor, impropiedad de su uso. La desinencia ‘-ismo’ forma nombres que significan doctrinas, sistemas, escuelas (comunismo, impresionismo); actitudes (egoísmo); actividades deportivas (ciclismo); y términos científicos (leísmo). Aunque podría decirse que el ‘eficientismo’ es un sistema de educación, ¿no sería mejor hablar de "escuela centrada en la eficiencia o eficacia"? Y la desinencia ‘-ista’ se usa "en adjetivos que habitualmente se sustantivan, y suelen significar ‘partidario de’ o ‘inclinado a’ lo que expresa la misma raíz con el sufijo ‘-ismo’. Comunista, europeísta, optimista. // 2. Forma sustantivos que designan generalmente a la persona que tiene determinada ocupación, profesión u oficio. Almacenista, periodista, taxista" (El Diccionario). ¿Cabrá en alguna de estas dos definiciones el "enfoque eficientista" del señor rector? Lo dudo. Considero, más bien, que el redactor debió buscar otro giro, dándole a ‘enfoque’ un complemento, verbigracia, "hacia la eficiencia de la escuela". U otro parecido, y más ‘eficiente’.
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En el mismo escrito, el señor Trujillo Ramírez se enguaraló con la puntuación en la siguiente frase: "Y es, evidente, además, lamentable que la escuela de hoy…". Castizamente, así; "Y es evidente, además lamentable, que la escuela de hoy…". –¿Mejor? –¡Mejor! Escribe también: "…por los fríos datos que consignemos en una desangelada guía, por más interactiva y aplicable que sea". Si la memoria no me falla, fenómeno muy frecuente en esta última etapa de mi existencia, leí por primera vez el adjetivo ‘desangelado’ en alguno de los libros de GGM, y lo interpreté por ‘desprotegido’, ‘falto del ángel de la guarda’, como el que acompañó a Feliciano Ríos por la trocha que conduce al Purgatorio, tan mala, que aquél "tenía que abrir las alas y ‘aletiar’ muy duro para no caerse" ("Muerte y peregrinaciones ultraterrenas del maestro Feliciano Ríos", de Rafael Arango Villegas). Y sí, eso es lo que el adjetivo significa etimológicamente, pero para calificar figuradamente con él a personas o cosas sosas y faltas de gracia o simpatía. ¿Como una ‘guía’? Quizás.
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Por su definición, ‘aplicativo’ ("que sirve para aplicar algo") puede ser un ‘parche’, pues éste se emplea para ‘aplicar’ en determinadas partes del cuerpo del paciente sustancias medicinales con fines curativos, por supuesto. Pero no es un ‘formulario’. De ninguna manera. Sin embargo, un redactor del periódico de los caldenses lo usó, ¡sí, señor!, con esa acepción: "Para postularse deben diligenciar el aplicativo en la página…" (Revista, "Buscan guardabosques voluntarios", 3/10/2013). ¿Quiso decir el desenfocado redactor ‘el formulario’? Sin lugar a dudas, porque su disparate es un efecto del anglicismo ‘aplicación’ (de ‘application’) con el sentido de ‘solicitud’, que nuestro idioma aún no tolera, y que, ¡ojalá!, nunca lo haga. Y no lo digo yo. Lo dice el Diccionario Panhispánico de Dudas: "Aplicar. No debe emplearse con el sentido de ‘solicitar’, especialmente por escrito, uso frecuente en el español americano por calco del inglés ‘to apply’: aplicar a un trabajo, aplicar a una beca. Lo mismo cabe decir del uso de ‘aplicación’ por ‘solicitud’, calco censurable del inglés ‘application’ ". Me apoyo en esta autoridad, para ver si así me paran bolas, o me creen, los redactores de nuestro periódico, que son los que menos lo hacen.
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Esto dijo don Quijote en el entretenido episodio del yelmo de Mambrino: "En lo de la albarda no me entremeto, que lo que en ello sabré decir es que mi escudero Sancho me pidió licencia para quitar los jaeces del caballo deste vencido cobarde…" (I, XLIV). Y esto escribió don José Jaramillo Mejía en su artículo sobre Luis Donoso: "De Luis Donoso dijo el Maestro Guillermo Valencia: "Eso no es escribir, eso es portento", refiriéndose a expresiones de esta jaez…" (LA PATRIA, 7/10/2013). Cervantes dice ‘los jaeces’; don José, ‘la jaez’. ¿Quién se equivocó? ‘Jaez’, nombre masculino ("arnés o adorno de las caballerías"), 1570, antes ‘jahez’ (atavío, aderezo), principios de s. XV, del árabe ‘yehez’ (ajuar, arnés), propiamente ‘provisiones’ (de la raíz ‘yáhaz’, ‘abastecer, preparar, aderezar, equipar’). Es lo que enseña Corominas, quien concluye: "El sentido secundario ‘género, calidad’, 1590, parece explicarse porque en las fiestas o justas los de cada cuadrilla llevaban uniformes los colores de los jaeces". Lo que explica la expresión ‘de este jaez’ (por ‘de esta clase’), hoy poco usada. Con esta acepción la empleó el cronista, manizaleño del Quindío, pero con el sustantivo en género equivocado. ¡A propósito!, don José, derivados de ‘jaez’ son ‘enjaezar’ ("poner los jaeces a los caballos") y ‘enjaezamiento’ ("acción y efecto de enjaezar").
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La VEINTITRÉS: Los manizaleños se quejan de su desagradable y caótico estado, pero no hay quien atienda sus lamentos.
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