Flavio Restrepo Gómez


Era apenas ayer, cuando parecía una disputa reñida, la que resultó una victoria por abrumadora mayoría. Comenzaba la era Santos. Se creyó que sería la continuidad de las políticas del Mesías, Uribe, el jefecillo del Ubérrimo.
Pero Santos salió mucho más calculador y mejor cañador de lo que parecía como candidato, cuando fue una aspiración casi invendible, en la que se presentaron muchos errores y se veía poca oportunidad para la victoria.
Sin embargo, todo el andamiaje montado por su antecesor, desde los votos cautivos con los dineros del erario, esos que se consiguieron con Acción Social, en la requintada y muy sofisticada red de auxilios hipócritamente escondidos como planes de ayuda, manejados por Luis Alfonso Hoyos, politiquero de provincia, disfrazado de acrisolada virtud, que ejecutó la maniobra con maquiavélica maestría. La representación provinciana de la politiquería de más baja estofa.
Fue con esa manera indecente, de una organización montada con todo el aparataje para hacer política, al mejor estilo de las compra-ventas de votos amarrados a la limosna oficial, con la que se pusieron todos los recursos públicos al servicio de una elección, corregida en momentos de debacle, por el mago de la propaganda negra, publicista sin escrúpulos y sin ética, el venezolano Rendón.
Pero iluso Uribe, descontrolado por la pérdida de poder, y claro, incorregible gamín, como el mismo se autodefinió, creyó píamente que Santos seguiría al son de sus órdenes, pero no fue así.
Desde que dejó la Presidencia, Uribe no ha hecho más que trinar contrariado porque no se hacen las cosas a su manera, creyendo píamente que es a su manera como debían estar haciéndose, para que según él, este país siga siendo viable y pueda continuar por el camino trazado por la “Seguridad Democrática”. Uribe se molesta y trina, y critica cada uno de los actos de gobierno con una irracionalidad que raya en la obsesión, pero que causa una división que poco bien le hace al país y lo polariza, táctica en la que Ubérrimo es experto.
Pero el tiempo pasó y Santos comenzó a hacer las cosas a su manera, prometiendo cambiar décadas de injusticias y desigualdades, de desplazamientos forzados y de falsos positivos.
Empero los planes de los políticos, son casi siempre la misma broza ideológica, retórica de alto nivel, para ejecuciones de mínimo impacto, en países muy pobres, a precios muy altos, que se le pagan a los que ostentan el poder y se sirven de la política para enriquecerse.
Las evidencias no mienten. Los líos y pérdidas billonarias que dejaron los contratos con los Nule, los desfalcos cometidos por los carteles de la DIAN, los peajes billonarios cobrados por políticos como los Moreno, los carruseles de la contratación que duplican o triplican el valor de las obras, los intereses particulares de los servidores públicos por encima del interés general. Las contrataciones a dedo, las violaciones a los regímenes de contratación, el corrupto sistema montado en los negocios que se hacen en el sector salud al amparo de la Ley 100. En fin, toda una opereta de desgreño administrativo y malos manejos de lo público, que se comen el presupuesto nacional y lo desvían para llenar bolsillos ajenos con fines distintos a los que estaban destinados.
Desde que se posesionó Santos, fuera de la cumbre en la que con Dania, la puta, pasaron del putas, no ha tenido tiempo para cosa distinta que la de visitar poblaciones inundadas por cauces incontrolables, de ríos enfurecidos, por desbordamientos predecibles. Predecibles en cualquier país civilizado, con políticos sensatos y menos ladrones que en el nuestro.
Pero estamos en este país, donde los políticos por lo general son muy manilargos, muy cínicos y muy ladrones. Ellos no pierden las investiduras casi nunca, aunque lo merezcan, no tienen vergüenza para amasar fortunas inmensas por cuenta del dinero de los contribuyentes, porque creen que son humanos tocados por la diosa fortuna, paridos en el Olimpo, aunque sean, buena parte de ellos, salidos de la nada, arribistas que se hicieron a fortunas por pícaros o, porque son políticos tan ladrones, como sofisticados.
Son perturbados en procura de hacer fortunas, de eso no cabe duda, en general mal habidas, “porque pa´ladrón un político”, sentenciaba el pariente de uno que conocía bien las mañas de los que lo habían engendrado.
Todo esto para decir, que el problema de las inundaciones en Colombia, como consecuencia del cambio climático, de la falta de previsión de las autoridades para mantener cauces limpios, hay que solucionarlo dragando.
Pero no comenzando por dragar los fondos de los afluentes, que cuando no se roben la plata, habrá de sobra con que arreglar eso.
Es dragándoles el cráneo a todos esos políticos que viven de la política, para con el dragado limpiar tanta impureza, tanta basura acumulada, en lo que se hizo para servir de guarnición ósea de un cerebro, del cual carecen la mayoría de ellos.
Ese dragado debe ser prioridad nacional. Tal vez, si eso se pudiese hacer, entonces dejaríamos de tener tantos avispados y deshonestos, manejando los destinos de la Patria, haciéndose indecentemente a dineros del Estado, que son de los contribuyentes, porque son los contribuyentes los que producen. El Estado no produce ni rabia, solo gasta a manos llenas los recursos que no son suyos, obtenidos de los ciudadanos.
En fin, es solo dragando los líquidos podridos del cráneo de los políticos como un día, tal vez un día, salgamos del fangal en que han convertido a Colombia los politicastros sin escrúpulos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015