Pablo Mejía


La nuestra es una ciudad que no se ha destacado por su comercio, mientras que la industria ha tenido un desarrollo importante y ello puede verse reflejado en los volúmenes de carga que desde aquí salen para el exterior. Por ello debemos enfocar todo nuestro esfuerzo en la infraestructura vial, porque sin carreteras aptas para el tráfico pesado es muy trabajoso ser competitivos. Qué tal un gringo que quiera aprovechar el TLC y resuelva hacer negocio con una de nuestras industrias, y el primer envío se retrase porque las vías están bloqueadas debido a los derrumbes. Poco después se repite el problema cuando la guerrilla queme unos camiones en la carretera que va hacia Buenaventura, luego sucede lo mismo por el habitual paro de camioneros y por último el envío no puede pasar por Chinchiná, pueblo donde suelen armar tremendas trifulcas cuando de protestar se trata.
Seguramente el míster llamará desesperado a decir que manden el cargamento por una vía alterna, y se jalará los pelos cuando le respondan que no hay más carreteras aptas para tráfico pesado. Entonces en transporte fluvial o férreo, propondrá, a lo que tocará decirle que los ríos aquí solo sirven de cloacas y que a pesar de que hace varios lustros iniciaron los trabajos para recuperar los rieles, ha sido imposible lograr que pongan a funcionar de nuevo los ferrocarriles. Todo esto puede suceder si el importador gringo no averigua con anticipación cómo estamos en materia de infraestructura, porque de enterarse seguro va a preferir hacer negocios con otro país donde puedan responder a sus expectativas. Y éso que falta comentarle al inversionista el riesgo que existe en el puerto, donde pueden camuflarle en los contenedores alijos de drogas ilícitas.
Nuestras carreteras son obsoletas, incómodas, estrechas, sinuosas, inseguras, mal señalizadas, plagadas de resaltos y huecos, peligrosas y estresantes de recorrer. Y si renegamos quienes las utilizamos de vez en cuando, en carro particular y con el único fin de pasear, qué dirán los transportadores que deben sufrirlas a diario, con el agravante que muchos conducen vehículos que no caben por las angostas vías. Siempre que los veo trasegar por esas trochas imagino lo que será viajar de Manizales a Mariquita y tener que coger todas las curvas por el carril contrario, y cuando el giro es para el otro lado el remolque del camión es el que se atraviesa peligrosamente. Es un verdadero milagro que no resulten siquiera media docena de carros estampillados contra la trompa o las llantas traseras del ‘borrador’.
Esa falencia que tiene la ciudad en vías de comunicación puede notarse en el comercio, ya que en algún momento todos nos hemos visto perjudicados al no poder conseguir un producto y la disculpa siempre es la misma: paros, derrumbes, bloqueos, asonadas, etc. Otra cosa es que por no estar en la ruta de las grandes troncales los fletes son más costosos y por ende los precios al consumidor aumentan. Claro que los comerciantes se aprovechan de la situación y si por ejemplo el precio de la gasolina sube cincuenta pesos por galón, el que comercializa plátanos quiere aplicarle dicho aumento a cada plátano que vende; como si los transportaran por unidades.
El comercio de Manizales siempre ha sido criticado por no ofrecer horarios extendidos, por su limitada oferta de mercancías, algunos productos son más costosos que en otras ciudades y son muchos los establecimientos donde están quedados en aquello del servicio al cliente. Como todo, el comercio evoluciona y ello puede verse al recordar que ahora años todos los almacenes importantes estaban localizados en el centro de la ciudad, regentados por ciudadanos ejemplares que le dieron lustre al gremio. Hoy existen diferentes zonas comerciales y algunos barrios, como La Enea, presentan infinidad de negocios donde puede encontrarse lo que uno necesite.
Ahora se imponen los centros comerciales y los almacenes de grandes superficies, donde las personas encuentran variedad de opciones en mercancías, bancos, plazoletas de comida, juegos para niños, cines, etc. Respecto a estas nuevas modalidades, un amigo me contó lo que le sucedió con una hija suya que estudia arquitectura en Bogotá y vino de vacaciones. Resulta que al pasar por el sector de San Rafael le mostró orgulloso esa maravilla de mega almacén que inauguraron hace pocos meses y ella sin titubear le dijo que no le parecía nada bueno, porque ese tipo de comercio no compagina con la cultura de una ciudad intermedia como la nuestra.
El hombre no comprendió en un principio la reacción de la muchacha, hasta que ella argumentó que seguro muchas ferreterías y almacenes relacionados con el ramo se verán obligados a cerrar por la fuerte competencia, y que esos comerciantes locales son quienes van a su consultorio a buscar tratamientos para ellos y sus familias; esos mismos que compran vivienda aquí, cambian el carro, pagan colegios para sus hijos y en general consumen en Manizales. Que las utilidades del gran almacén salen para el exterior, de donde procede, y a nuestra ciudad solo la beneficia por los puestos de trabajo que genera, que a la larga son los mismos que generaban los negocios que sucumbieron a la competencia.
A la muchacha se le nota su paso por la academia y al papá, igual que a mí, nos dejó pensativos.
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