Andrés Felipe Betancourth


En pocos días el mundo celebrará, como desde hace cuarenta años, el día mundial del Medio Ambiente. Como en la primera ocasión, la celebración de este año le abre el telón a la Cumbre Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que de nuevo pondrá en la agenda global la necesidad de firmar acuerdos y suscribir protocolos internacionales que aboguen por la permanencia de la vida -no solo la humana- habitando este planeta. Pero quizá como en otras facetas de la vida, más que la fuerza de los discursos ha tenido efecto la contundencia de los hechos, razón por la cual nos movilizan los desastres mucho más que las declaraciones de las grandes cumbres internacionales. Pero en el balance, si nos movilizamos de manera efectiva, no importa dónde nace la motivación.
Ahora bien, la efectividad de la movilización debe cuidar cuando menos consideraciones sobre oportunidad, coherencia y viabilidad. Con oportunidad debemos actuar todos, instituciones y ciudadanos, para no rasgarnos las vestiduras cada vez que se cierran las vías, se desprende una porción de la montaña o se nos interrumpe el suministro de algún servicio público. De igual manera la coherencia debe ser aspecto cuidado por ciudadanos e instituciones, para que además de reciclar revisemos nuestros modelos de consumo, para que la reducción de emisiones no se comprima en un día sin carro al año, para que el agua tratada por la que reclamamos en noviembre no sea la que desperdiciamos en mayo…
Y la viabilidad, que debiera parecer lógica, debe ser la que nos invite a reflexionar sobre nuestros problemas locales, para poder intervenir sobre ellos. Sin pretender desmotivar a quienes apoyan las causas ambientales globales, que a mí también me convocan, creo que poco logra nuestra indignación con Estados Unidos por no signar el protocolo de Kyoto, con los balleneros japoneses o con KFC y la deforestación en Sumatra. Yo también me indigno y quisiera poder hacer algo… pero la verdad es que solo los ciudadanos de los respectivos territorios podrán hacer algo efectivo para que gobiernos o empresas modifiquen sus posturas.
Donde sí podemos hacer mucho los pobladores de Caldas es justamente en Caldas. Pero lo primero es que trascendamos nuestra condición de pobladores. Como propone la Comisión de Justicia y Paz de Argentina: pasar "de habitantes a ciudadanos". Reconocer plenamente la dignidad de ciudadanos de este territorio y sentirnos totalmente permeados por nuestros derechos y deberes puede ofrecer claves importantes para nuestro compromiso con el cuidado del entorno, y con lo que podemos exigir del sector público, del sector privado y de las organizaciones sociales y las instancias en que nos representan.
Y en ese ejercicio ciudadano, que es el terreno propicio para la adecuada acción institucional, lo que incuestionablemente se necesita es la acción articulada y la búsqueda de propósitos comunes. Hace unos días, como preámbulo afortunado para la celebración del día del Medio Ambiente, se firmó un acuerdo para la gestión de la cuenca del río Chinchiná, que tiene que ser una nueva oportunidad para refrendar el compromiso de ciudadanos e instituciones con la vida en todas sus manifestaciones y con la consolidación de un territorio en el que la libertad y la equidad son condiciones ineludibles del desarrollo. Todos quienes habitamos el territorio de la cuenca debemos ser parte de acuerdos como este, de los que se han formulado desde antes y de los que se formularán en los años venideros… no por el protagonismo de quienes los lideren en determinado momento, sino por nuestro reconocimiento que hay ciertas cosas que "deben ser" y se "deben hacer". Actuar de otra manera sería como cuestionar las punciones de las vacunas por el dolor o las molestias inmediatas, sin mirar la protección que se obtiene para la vida.
Lamentablemente algunas personas han recibido informaciones parciales o han hecho interpretaciones cortas de acuerdos como el de la cuenca del Chinchiná. Se han confundido proyectos con instituciones, se anuncian detrimentos donde no hay recursos invertidos o -lo más grave- se sugiere que la investigación debe declararse completa y suficiente. Tenemos que promover muchas preguntas de investigación y muchos espacios de diálogo entre ciudadanos e instituciones, de otra manera no encontraremos salida a nuestros problemas. Como dijo Benedetti (obviamente el poeta): "ya sabemos cómo es sin las respuestas… mas ¿cómo será el mundo sin preguntas?".
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