La experiencia fundamental de la Semana Santa es la fiesta que hoy estamos celebrando: la Pascua de Resurrección. Si Jesucristo no hubiera resucitado, dice el apóstol Pablo, vana sería nuestra fe. Por ello, la invitación que hago es a experimentar nuestra fe en el Resucitado a través de sus efectos.

¿Cuáles son, pues, los efectos del resucitado? Muy fuertes y claros: la alegría profunda, la esperanza, el deseo de poner el amor en las obras más que en las palabras. Pues bien, ese es el espíritu del Resucitado que comienza a hacer sus movimientos en el interior del corazón. Y la invitación es muy sencilla: movámonos, dejémonos tocar por ese espíritu del Señor, que quiere que en todo amemos y sirvamos a los demás.

Así, se cierra el Triduo Pascual, donde se ha rememorado la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Pero el cierre es a su vez una apertura a nuestra vida ordinaria, para que sea impulsada, animada y exigida por una acción transformadora de nuestra realidad.

Ahora viene un test muy fuerte para cada uno de los católicos y cristianos en general. Cómo está mi generosidad y fidelidad al Señor, ello se verá en la respuesta que cada uno demos con nuestra vida común y corriente. Los efectos del Resucitado los podremos o no continuar.

No nos podemos quedar en una tumba, en una desesperanza, en una tristeza. La gran ruptura que hizo Jesús fue con la muerte. Ya ella no es la última palabra. Y nuestra misión en la historia es acabar con los signos de muerte, como son las actitudes de exclusión, de violencia, de mentira, de corrupción, de injusticia y de insolidaridad. Estos signos de muerte los tenemos que transformar en signos de vida, de esperanza, de inclusión, de transparencia, de verdad y justicia. Estos serán los efectos del resucitado que nosotros podemos dar. ¿Estás dispuesto, estás dispuesta?