Elizabeth Ortiz Palacio


El hígado es el principal órgano encargado de gestionar los niveles de grasa en el sistema circulatorio. Una de sus funciones principales es almacenar sangre y regular el flujo sanguíneo hacia el resto de los órganos. Su mal funcionamiento tiene como consecuencia directa una mala calidad de la sangre, dejándola saturada de grasas y colesterol, provocando, con el paso del tiempo, la elevación del colesterol plasmático aumentando el riesgo cardiovascular.
Cuando se alteran los niveles de lípidos o se elevan los triglicéridos se da el "hígado graso", una afección caracterizada por la acumulación de grasa en el hígado. Es la enfermedad hepática crónica más común en el mundo occidental. Los síntomas que delatan este mal son:
*Hinchazón abdominal después de comer
*Sensación de pesadez dolorosa en la región hepatovesicular
*Boca pastosa, digestión difícil, en particular con los alimentos grasos
*Eructos después de las comidas (en la antigua Roma creían que indicaba " buen provecho")
*Alteración del ritmo intestinal con tendencia al estreñimiento
*Halitosis o mal aliento
*Sueño después de las comidas
*Intolerancia, más o menos acusada, a ciertos alimentos
*Urticaria o plurito en la piel
*Dolor de cabeza tipo migrañoso
Cuando se presenta esta enfermedad, una adecuada selección de alimentos favorece la recuperación de los hepatocitos, las células hepáticas y hasta se puede revertir el trastorno, dependiendo de la etapa de desarrollo en que se encuentre. Se debe hacer un balance exhaustivo y hacer cambios dietéticos pertinentes.
Consejos nutricionales:
1. Restringir el consumo de alimentos fuentes de colesterol, en grasas saturadas y, sobre todo, en grasas trans, que favorecen la formación de colesterol. El exceso de grasas dificulta el metabolismo postprandial de los lípidos, con el consiguiente aumento de la concentración plasmática de enzimas hepáticas. Incluya aceite de oliva (rico en ácidos grasos monoinsaturados), leche y derivados bajos en grasa, quesos, embutidos bajos en grasa. Retire la grasa visible del pollo y la piel del pollo.
2. Aumentar el consumo de fibra soluble, con efecto de arrastre y de limpieza digestiva y de sales biliares cargadas de colesterol. La fibra retrasa el vaciamiento gástrico, provoca una gran sensación de saciedad que contribuye a controlar el apetito y reducir el peso. Es bueno elegir pan integral, otros cereales como arroz, pasta, cuccus, quinua. Sustituya los cereales del desayuno con avena o maíz al natural, sin azúcar. Incluya legumbres a tolerancia y verduras.
3. Consumir habitualmente alimentos protectores como nueces y pescados azules, que por su grasa insaturada conformada por ácidos grasos oleicos y linoleicos ayudan a la prevención. Se obtienen del salmón, trucha, bonito, atún y sardinas. Si vienen enlatados en aceite, que éste sea de soya, maíz, girasol o de oliva.
4. Antioxidantes para frenar la oxidación de los lípidos y el endurecimiento de las arterias.
5. Reducir todas las bebidas alcohólicas hasta eliminar gradualmente su consumo, incluyendo las de baja graduación como le cerveza, vinos, sidra, etc. El alcohol es un tóxico para el hígado.
Una buena elección alimentaria es clave para proteger el hígado.
*Nutricionista Dietista Clínica
Universidad Nacional de Colombia
Educacora acreditada en Diabetes
saludablearas@yahoo.com.co
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