Mario César Otálvaro


Convencido de que los técnicos se juegan su puesto en cada jornada, no es menos curiosa la decisión de los directivos del Once Caldas de ampliar en tres años más la vinculación del cuerpo técnico que comanda Ángel Guillermo Hoyos.
En apenas seis fechas de campeonato dan como un hecho el éxito del proyecto, cuando las campañas en realidad se miden por resultados, y ni Millonarios que ha hecho 17 puntos de 21 puede garantizar logros definitivos con Hernán Torres.
Calentura de momento que ojalá cuaje, pero apresurada y sin sentido lógico, y sin ninguna reflexión, pues imagínense un fracaso estruendoso al final de temporada, o a un año, y el equipo amarrado a alguien que por los vaivenes del cargo pasa fácil de héroe a villano.
No recordaran acaso la encartada en años pasados con jugadores como Édison Chará, Jimmy Asprilla, Andrés Casañas, Juan Diego González, los Ramos, y otros tantos que fracasaron y tuvieron que aguantar, menoscabando la economía del club.
Para Hoyos fabuloso, en el peor de los casos asegura una indemnización, y en el otro genera un espacio de tranquilidad para su labor, lo que no quiere decir que esté exento de valoraciones permanentes, y del juicio de los aficionados en las malas rachas.
Públicamente insinuaron que el contrato fue prolongado hasta junio de 2016, lo que quiere decir que va por cuatro años, algo que la ley laboral colombiana prohíbe porque solo autoriza la firma de vinculaciones a término fijo por un tiempo máximo de 3 años.
Si fue un otrosí, la extensión no puede superar el 2015, y si lo que hicieron fue finalizar el contrato actual para establecer uno nuevo, este tendría fecha límite septiembre de 2015, por lo que ninguna de esas dos alternativas cuadra con la versión de los dirigentes.
Bastante raro resulta entonces ese afán por renegociar lo que ya estaba pactado y nadie estaba pidiendo, tornándose en algo innecesario, inoportuno, y absurdo si se quiere, ya que es una de las profesiones más complicadas en asuntos de estabilidad.
Más aún, que lo hicieran justo después del flojo compromiso de Yopal contra Cúcuta, en el que a diferencia de los anteriores faltó firmeza táctica, los cambios fueron erráticos, y los yerros defensivos provocaron una goleada insospechada por los antecedentes previos.
Igual, sigo creyendo en el Hoyos de los primeros cinco partidos, en los que fue responsable directo del buen andar del Once Caldas por su despliegue físico, aplicación en marca, y respuesta de sus dirigidos, confiando en que solo haya sido una mala presentación.
Este sábado tenía desquite ante el Tolima, aunque el hecho de contar con una nómina corta -muy deficiente en algunas posiciones- le puede pasar factura, especialmente por lo liviana en el ataque donde sus hombres harán goles pero no son goleadores.
Además tal determinación indica que la intención de venta –si fue que alguna vez la hubo- a la firma Kenworth de la Montaña quedó paralizada, que el interés se vino abajo, que el tema ni se volvió a tocar, y que el equipo seguirá con los mismos, y en las mismas.
Una lástima porque si algo le caería bien, y está requiriendo el Once Caldas, es el establecimiento al frente del club de una empresa responsable y organizada que vigorice su estructura, y la convierta en una verdadera institución deportiva.
Para la muestra lo que acaba de suceder con Millonarios, y la firma inversora española con sede en Estados Unidos que compró el 20% de la acciones en 5 mil millones de pesos, gracias a su pulcro manejo, y a la buena oportunidad de negocio que representa.
Hasta la próxima…
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