Luis F. Molina


En twitter: @luisfmolina
Se realizó la semana pasada en Charlotte, EE.UU. la Convención Nacional Demócrata en la que se nominó formalmente Barack Obama como candidato a la presidencia de Estados Unidos. El Nobel de paz de 2009 aspira a lograr la reelección y seguir su gestión desde la Casa Blanca, pese a ser un blanco de críticas de los sectoresconservadores de ese país.
La Convención transcurrió entre lo normal. Discursos populistas hechos por la familia y los amigos políticos. Bill Clinton se lució con una oratoria altamente pragmática y utilitarista, sin olvidar el papel de “viejo zorro” político que lo hace famoso.
Las intervenciones de la convención despertaron sentimientos, pero no realidades. La verdad es que Obama se dedicó a hablar de su gestión, haciéndola creer como exitosa y dándose a entender a los estadounidenses que necesita de cuatro años más para terminar lo que prometió finalizar en un solo cuatrienio. Sin embargo, es típico de los demócratas.
Lo cierto es que el jueves me senté ante el televisor a escuchar el discurso de Obama, con libreta en mano para poder subrayar cualquier parte interesante que mereciera discusión. No obstante, nada logré apuntar, porque Obama se dedicó a hablar y hacer proselitismo, sin siquiera dar un par de proyectos políticos que lo hagan reelegir.
Lo único que acertó decir fue que necesitaba de los cuatros próximos años en la Casa Blanca para defender lo que ha hecho, como si supiera desde ya que los republicanos quieren deshacer muchas de sus iniciativas. En realidad, si Romney gana va a ser así.
Pero, como las convenciones venden imágenes y no ideas, el ganador rotundo es Barack Hussein Obama. Él iba bien vestido, la esposa le hizo una gran antesala y la gente dice que es un gran orador, aunque yo me sostengo en que sabe leer muy bien el “teleprompter”. Sí, acepto que mis críticas se han reducido a estos aspectos porque no hay más de qué hablar.
Las convenciones son una labor loable bajo el concepto de mejorar la imagen de los candidatos antes de que lleguen a explicar cosas que no debían decir en los debates televisados. Ya vendrán estos encuentros en octubre, cuando las encuestas se acerquen un poco más a la realidad de ese pulso político.
Sin embargo, la fiesta partidista tiene un costo alto. Según un portal de The New York Times, quienes pagan impuestos en Estados Unidos dan, sin que muchos los sepan, más de 18 millones de dólares a cada partido para la realización de su convención. Además, el Congreso desembolsa cerca de 100 millones de dólares para la seguridad de los dos eventos, lo que quiere decir que los ciudadanos comunes pagan más de 136 millones de dólares a esta reunión política de unos cuantos delegados y políticos “destacados”.
El resto de dinero lo cubren los comités respectivos con los aportes de los interesados en los candidatos. Irónicamente, ha sido un senador republicano quien ha propuesto eliminar los aportes de los ciudadanos en este tipo de celebraciones políticas de verano, puesto que es un dinero pésimamente invertido que beneficia a un rango mínimo de la población.
Con esta digresión, termina por el momento la cobertura de esta campaña presidencial. Volveré a ella luego de los debates televisados, o en caso de que algo extraordinario acaezca, como un escándalo de infidelidad, un hijo no reconocido o cosas por el estilo que suelen pasar en esa latitud.
****
Se cumple más de un año, cinco meses y cuatro semanas desde que comenzó la guerra civil en Siria y nadie hace algo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015