Alejandro Samper


William Burroughs la llama "la Enfermedad". Se refiere a la adicción a las drogas y él fue adicto por 15 años. En su libro El almuerzo desnudo describe cómo funciona la pirámide de este negocio, "el álgebra de la necesidad", y de cómo el sistema no se ha interesado en tratar a los drogadictos como enfermos, pues siempre habrá alguien en la cabeza del negocio interesado en perpetuarlo. Y no siempre es un mafioso.
Burroughs cuenta que se curó de su adicción a los opiáceos gracias a un tratamiento con apomorfina. Sin embargo, en otro de sus libros -Yonki- cuenta que fue gracias a la marihuana que pudo volver a ser una persona "normal". Después de dejar su adicción siguió fumando yerba, pues esta le calmaba la ansiedad y le abría el apetito. Pasó de ser un vicioso "de carne fibrosa, como madera gris", a ganar peso y verse sano.
Pero él fue un escritor beat, no un científico. Sus métodos tienen tanto peso como el alma de Hugo Chávez encarnada en un pajarito que le silba al candidato venezolano Nicolás Maduro en sus horas de recogimiento. O al menos así lo deben ver los toxicólogos de la Universidad Nacional y la Corporación Nuevos Rumbos que esta semana cuestionaron la decisión del alcalde Gustavo Petro, que en Bogotá quiere curar a los consumidores de bazuco dándoles marihuana.
Para ellos -según lo publicó El Tiempo esta semana- el procedimiento "no es ético ni científico". "Es experimentación en humanos, sin los estudios preclínicos previos (…) La medida puede tener implicaciones internacionales para el país, porque vamos a utilizar como laboratorio de experimentación humana una población que está en desventaja social, en salud y economía", asegura el médico toxicólogo de la Nacional Jairo Téllez.
Augusto Pérez, director de la Corporación Nuevos Rumbos y exmagistrado del Tribunal de Ética Médica, sostiene que esta medida incurre "en un problema ético grave".
Chévere que se preocupen por los bazuqueros. Y que cuestionen la ética y la moral de estos procedimientos. Pero una cosa es la política (alcaldadas y todo) y otra los deseos de la comunidad científica y lo que es mejor para la comunidad. La Ley 100 de 1993, que cambió nuestro sistema de salud, fue una decisión política. La visión de los expertos no se tuvo en cuenta, mucho menos la de los usuarios. Hoy sufrimos las consecuencias con un sistema destrozado y saqueado por los intermediarios (las EPS, sus abogados, tramitadores y administrativos) que hay entre los pacientes y los médicos.
Dice Guillermo Alfonso Jaramillo, secretario de Salud de Bogotá, ante las críticas de la propuesta de Petro que "no podemos iniciar la investigación de la sustitución de drogas con animales, porque hasta ahora no conozco ninguno que sea adicto al bazuco". Pero para qué buscar cobayas, si los colombianos hemos sido los conejillos de indias de los experimentos de los políticos desde hace décadas. Y nunca nos han consultado si queremos serlo o no.
Nos han cambiado desde el sistema pensional hasta las horas laborales, todos experimentos para desarrollar el país, pero mire como estamos.
Que quieran darle marihuana a los adictos al bazuco de la calle del Bronx en Bogotá no debería preocuparnos tanto cómo sí lo deberían ser las campañas de prevención al consumo de drogas en el país, que son inexistentes. La Policía tiene su programa DARE, que no es más que una copia del que montó el gobierno Reagan en los Estados Unidos en los 80 y que fue un fracaso. La población carcelaria gringa creció en un 780% (según un informe del Servicio de Investigaciones del Congreso legislativo estadounidense) en los últimos 30 años, y la mayoría de los internos son jóvenes afrodescendientes involucrados en el mundo de las drogas (ya sea consumidores o expendedores) herederos del programa DARE.
Mientras no existan campañas eficientes contra el consumo de las drogas, unas que sean conscientes de la realidad nacional, seguiremos experimentando con decisiones arbitrarias como las de Petro y soluciones chimbas como la del presidente Juan Manuel Santos que, tras oler un bloque de marihuana, le anuncia a los dueños de las ollas del país que van a caerles. ¿Por qué avisarles? Se habrá trabado.
Burroughs -que fue un tipo brillante y autor revolucionario, miembro de la Academia Estadounidense de Artes y Letras- dijo que "adoptar una actitud puritana (ante el problema de las drogas) no conduce a nada, salvo que se pretenda mantener el virus en funcionamiento". Puede que darle marihuana a los bazuqueros funcione. Puede que no. De eso ya hay estudios en otros países, pero quieren ignorarlos. Por eso el quedarnos en la discusión de que si es ético o no, creo que esa ya es agua que pasó bajo el puente hace rato en este país.
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Da pena ver a la iglesia colombiana prenderle velas a un tipo como Víctor Carranza. Según esos curas, el tipo negoció la paz entre los esmeralderos. Se equivocan: él ganó la guerra tras aniquilar a los demás, e impuso sus condiciones. Por qué no se pasan por Muzo a ver la rica miseria que dejó y las prostitutas menores de edad que les llevan a los mineros los fines de semana.
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