Pablo Mejía


Hace veinte años le enseñaba a mi hijo a manejar en un corto tramo de la avenida Kevin Ángel, entre el matadero y la glorieta de San Rafael. Solo un carril estaba terminado mientras el resto seguía en obra, pero los fines de semana no había nadie por allí y aprovechábamos el apropiado escenario para que el muchacho hiciera sus primeros pinitos al frente del timón. Años después inauguraron la vía y muy pocos vehículos transitaban por ella, lo que ha ido aumentando con el paso del tiempo hasta convertirse en la importante arteria que es hoy. Quien lleve varios años sin visitar la ciudad quedará abismado ante el desarrollo de los sectores aledaños a la joven avenida y de lo ágil que es transitarla debido a los pocos semáforos que presenta.
En cambio veo con preocupación el caos vehicular que se forma a diario en los alrededores del túnel de la 52, lo que exige una solución inmediata por parte de la administración municipal. Desde hace tiempo anunciaron la construcción de un puente sobre la avenida Paralela para descongestionar el sector, pero aparte de que no inician la obra, ahora resulta que los vecinos se oponen al proyecto por diferentes motivos. Lo único cierto es que el problema hay que solucionarlo y si existen otras alternativas, pues que las expongan para que la alcaldía las evalúe y decida si son viables. El cobro de valorización no es excusa, porque a todos en su momento nos ha tocado mandarnos la mano al dril; a mí varias veces y la más reciente fue para la construcción del repartidor vial de la Universidad Nacional. Y muy bueno que quedó. Tampoco me parece razón suficiente aducir que es inconveniente porque debajo del puente se congregan los indigentes y lo convierten en un muladar, más la inseguridad que ello representa, porque entonces en ninguna parte podrían construirse.
Cambio de tema para referirme a la forma como manejó el presidente Santos el problema de salud que enfrentó recientemente. Eso de coger el toro por los cachos es lo más conveniente en estos casos para evitar conjeturas, chismes, especulaciones y desinformación. Es común que la gente trate los temas de salud con mucho misterio, como si fuera pecado enfermarse; y más cuando se trata de personajes públicos. Lo vivimos en el pasado reciente con Fidel Castro y el chafarote vecino. Todo el mundo opina, pontifica, supone y asegura que se enteró de buena fuente, pero todo queda en especulaciones por no existir manera de confirmarlo. Esta es la hora que no sabemos qué tan grave es lo de Chávez, qué fue lo que le encontraron en realidad, cómo lo están tratando y cuál es el pronóstico hacia el futuro próximo. A diario aparece un fulano que se dice poseedor de la verdad, pero siempre nos quedará la duda acerca de la situación real del repelente Coronel.
No más aquí en Colombia acabamos de vivir la experiencia con la enfermedad del vicepresidente Garzón. Qué misterio el que manejaron en su momento con esa información, lo que dio pie para que la prensa entrevistara infinidad de médicos y especialistas que se encargaron de especular acerca de las secuelas físicas que dejaría la enfermedad en el paciente; mientras tanto los políticos exponían los pasos a seguir para remplazar al funcionario. Hasta que en contra de todo pronóstico apareció Angelino de nuevo en la vida pública, con secuelas motrices que él espera superar y una aparente normalidad en sus funciones mentales. A pesar de que Roy Barrera trata de sacarlo del baile a como dé lugar, él aduce que mientras su intelecto esté bien, ningún inconveniente físico le impedirá cumplir con sus obligaciones. Si Franklin D. Roosevelt desde su silla de ruedas llegó a ser uno de los principales líderes mundiales del siglo XX, varias veces elegido presidente de los Estados Unidos, no va a poder Angelino ejercer por una dificultad motriz.
Y a propósito de Chávez, estaba cantado el resultado de las elecciones en el vecino país. Mientras ese personaje tenga el respaldo del pueblo raso de ahí no lo mueve nadie, porque está claro que a un mandatario lo tumba es la turba enardecida que siembra el caos y la destrucción hasta lograr su objetivo. Pero eso no pasará por lo pronto en Venezuela porque el Presidente reparte mercados, dinero en efectivo, viviendas, subsidios y demás dádivas que le aseguran el respaldo popular. A los pobres qué les importan las relaciones internacionales, el futuro del país, la devaluación de la moneda o la recesión, mientras les regalen cualquier cosa. Además el discurso del mandatario contra la oligarquía, el imperio yanqui y demás enemigos imaginarios, encuentra terreno abonado en las mentes ignorantes y apasionadas de un vulgo que ya lo ve como a un mesías.
Imagino la desbandada de venezolanos en los próximos meses. Porque muchos tenían la firme convicción de que Capriles ganaba, pero ante el panorama desolador de otros seis años con Chávez en el poder, y quién sabe cuántos más, se desanima el más optimista. Ahí la única esperanza que les queda es la enfermedad aquella, la que no me atrevo ni a mencionar, la del zodiaco. Y sin saber si el tipo está en las últimas o si por el contrario se les alentó…
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