José Jaramillo


El caudillo como gobernante parece que va por el camino de algunas especies animales y vegetales: en vías de extinción. Y sobrevive apenas en los pueblos más atrasados culturalmente, donde todavía les comen cuento al orador ampuloso, al tribuno melodramático, al ostentoso personaje de opereta, y al mandatario autoritario, no pocas veces irracional, lo que no le importa, porque sus decisiones son olímpicas, apoyadas en una formidable megalomanía. Los personajes que se convirtieron en leyenda, gracia a su inmensa capacidad para conducir multitudes, que los seguían ciegamente, así fuera por despeñaderos; les levantaban estatuas, acuñaban monedas con sus efigies, bautizaban pueblos con sus nombres y obedecían sus mandatos "a la tapada", representaron un sistema totalitario de gobierno que va de capa caída. Algunos ejemplos, tomados al azar, entre buenos, malos y peores, han sido Alejandro Magno, Julio César, Atila, Napoleón, Bolívar, Washington, Hitler, Mussolini, Lenin, Mao Tse-tung, Franco, Nasser, Gandi, Fidel Castro… Y otros difíciles de calificar, por sus catastróficas actuaciones como gobernantes, pero que indudablemente fueron caudillos, como Rafael Leonidas Trujillo, Perón, Somoza, Idi Amín, Hussein… Y más recientemente Chaves, quien, como el Mío Cid, gana batallas después de muerto, amarrado no a su caballo sino como mascarón de proa al capó de una volqueta, conducida por un bobo, a quien le da instrucciones en sueños; o directamente en su tumba, donde el títere le pega el oído a la lápida, como si ésta tuviera instalado un teléfono como los que se usan en las cárceles de alta seguridad, para que los presos hablen con abogados o familiares.
Aterrizando en Colombia, aquí los caudillos han proliferado, desde los aborígenes como Bochica, Petecuy y Calarcá; los rebeldes de la colonia española, como José Antonio Galán; los promotores civiles y los guerreros de la independencia; y, después, los "caudillos del desastre" –como acertadamente los bautizó Alfredo Cardona Tobón– adalides de las guerras civiles del siglo XIX, cuyos desastrosos efectos aún no se han superado totalmente y de las que sólo quedan como recuerdos positivos los retratos de coroneles y generales que adornan los salones de algunas familias de abolengo.
Después, en el siglo XX, inspirados en la retórica afrancesada y en el pragmatismo anglosajón, surgieron otros caudillos, más intelectuales que guerreros, pero no menos nocivos, que inspiraron un trágico sectarismo político que por desgracia no termina. Algunos de ellos sucumbieron en las turbulencias de ese sistema, como Uribe, Gaitán, Galán, Pardo, Jaramillo, Pizarro y otros. Y no falta quién, por cabeciduro y ambicioso, quiera hacer el "curso para ánima", como decía con agudo ingenio el padre Camilo.
El libro "Este soy yo, tal cual… Rafael Arango Villegas" puede adquirirse a $25.000 en las siguientes instituciones benéficas, a las que la familia Arango-Vélez les donó la edición: Ceder. Carrera 18 No. 72-61. Teléfono 8864376. Fundación Hogar de la Divina Misericordia. Calle 50 No. 24-56.Teléfono 8850666.
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