Óscar Dominguez


Los Tres Reyes Magos siguen contando con buena prensa. Medio mundo habla maravillas de ellos en enero. Veamos quiénes eran:
El rey Melchor, ventajosito el hombre, siempre iba adelante en la caravana. Le encantaba ser el primero así fuera en el desierto. Por eso en el pesebre ordinariamente va picando en punta.
Se tomó por asalto el liderazgo de la banda de los tres. No se doblaba una duna -la esquina del desierto- sin su visto bueno. En el desierto sabía orientarse por el silbido del viento y por la forma que tomaba la arena después de una tempestad.
Adivinaba el futuro, lo que no es ninguna gracia. Pero encimaba el pasado, lo que lo convierte en la cuota inicial del regresor Brian Weiss.
Melchor todo lo convertía en plata como otro rey que anda suelto por ahí, un tal Midas. Se desestresaba de las largas caminatas en el desierto haciendo yoga en la única joroba de su parsimonioso jumento.
Gaspar era el astrónomo del club. Desde que vio la estrella de Belén sospechó que había gato encerrado. Siguieron la caminada y dieron con el Mesías.
Nació para ser segundo. Fue quien descubrió que el segundo es el primero de los derrotados. Pero eso le gustaba porque así se ahorraba el estrés de ser el líder.
En la colecta que hicieron para comprar los regalos, a Gaspar le tocó poner la mirra que, como se sabe, es una "gomorrosina en forma de lágrimas, de gusto amargo, aromática, roja, semitransparente, frágil y brillante en su factura".
Gaspar les contó a sus colegas que la mirra sale de un arbolito muy cuco él, de la familia de las terebináceas, que crece solo en países remotos cuyos nombres empiezan y terminan en a, y llevan la b larga en alguna parte: Arabia y Abisinia.
Gaspar descubrió que la mirra era medicinal, servía para embalsamar cadáveres que quedaban como para ir a una boda. O a un entierro, que es casi lo mismo.
La historia ha sido tacaña con el mago Baltasar, quien manipulaba las cartas que repartía cuando jugaban de noche. Era el de la lúdica. Por ser de pelo quieto, siempre lo ubican de último en el pesebre. Pero la igualdad ha ido ganando puntos. Desde que Obama ganó la presidencia de Estados Unidos, muchas veces es el primero en el pesebre.
Balta, para sus amigotes de farra, sabía, inclusive antes que el Niño Dios, que los últimos serán los primeros. Sé de buena tinta que aprovechó la noche para adelantárseles en un descuido a Melchor y a Gaspar y fue el primero en presentarle sus respetos a Emmanuel.
Nunca se podrá decir de Baltasar que fuera un lambón, así haya sido el del incienso. De los tres fue el que mejor la pasó en la travesía porque iba en un camello que los "expertos" denominamos "bactriano", o sea, que tiene dos jorobas, una de las cuales se puede habilitar como almohada, o para hacerse cosquillas, el baño turco de los pobres. Este camello es la limusina del desierto.
Era el que administraba la plata. No se perdió un peso. El negro Baltasar es el patrón de los honrados. Nada de "enriquecerse primero y honradecerse después", como hacen muchos nuevos ricos criollos (traquetos o corruptos que degradaron la casa y la convirtieron cárcel para todos sus ocupantes).
Como no había mucho qué comprar, ni dónde, al Negro Baltasar le sobró plata. Por eso es el que deposita los regalos en los zapaticos que los ilusos sin remedio seguimos colocando el seis de enero detrás de alguna puerta.
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