José Jaramillo


Como "cría fama y échate a dormir", los escritores, y artistas en general, cuando se hacen notables, y demandados por el público, comienzan a producir literatura en abundancia tal que no "sacrifican un mundo por pulir un verso", como reclamaba el Maestro Valencia, sino que tienen los ojos puestos en los réditos de sus libros. De algunos, inclusive, se dice que organizan equipos de artistas secundarios que hacen las obras, y ellos revisan y firman, para lanzar al mercado. De otra manera no se explica que un escritor, por ejemplo, produzca varias novelas en un año, de centenares de páginas cada una; viaje, participe en ferias y encuentros, dicte conferencias y haga vida social. "Ni de fierro que uno fuera", como se decía antes. Otra cosa es que algunos artistas, en el cenit de su fama, cobran por su firma, más que por la calidad de sus obras. Lo editores y galeristas, por su parte, compran lo que es comercial, porque no están para hacer favores sino para ganar plata.
Óscar Wilde, sin duda un escritor genial, dramaturgo, cuentista y poeta, autor de obras trascendentales como "El Retrato de Dorian Gray" y "La Importancia de llamarse Ernesto", entre muchas, cuando purgaba una pena por sodomía se enteró de la situación de un soldado de la guardia real, a quien iban a ejecutar en la horca por haber degollado a su mujer por celos, y escribió el poeta la "Balada de la Cárcel de Reading", un mamotreto de 109 estrofas y 654 versos. Un verdadero ladrillo, pues ese cuento bien pudiera haberlo despachado en un soneto. Varado como estaba Wilde, trató de venderlo, pero en su situación, cuando el escándalo lo había minimizado socialmente, lo más que le ofrecieron fue 100 libras, que su orgullo rechazó; y finalmente un editor judío lo publicó, ofreciendo pagar los derechos de autor a medida que se vendiera. Así, esos ingresos no fueron para el poeta ni siquiera "plata de bolsillo".
De la "Balada de la Cárcel de Reading" hizo una versión al español el Maestro Guillermo Valencia, otra Bernardo Arias Trujillo y una tercera Enrique Uribe Withe, que suscitaron una acalorada polémica, para definir cuál era mejor. Yo no me quedo con ninguna, porque son tres ladrillos.
Bernardo Arias Trujillo, por su parte, el genial escritor caldense, quien en su corta existencia dejó una obra literaria, en novela, ensayo y poesía, tan extensa como meritoria, era un polemista de oficio, dado a confrontar no solo en temas literarios, sino políticos y sociales. Estos últimos en un ambiente tan conservador como el de Manizales, a principios del siglo XX, cuando declarar alguien públicamente que era homosexual, o que consumía drogas heroicas, provocaba un escándalo del que se pegaban los contradictores, como en el caso de Arias Trujillo, para anatematizarlo, lo que, finalmente, pese al recio carácter del autor de "Risaralda", provocó su prematura muerte. Su poema "Roby Nelson", ese sí de cadenciosos tonos y hermosas figuras, cuenta una aventura sexual del autor, en Buenos Aires, con un muchacho de 14 años (por fortuna no existía la senadora Gilma Jiménez o lo hace lapidar por corrupción de menores), que fue un escándalo cuando se publicó, para amargarle, aún más, la vida al autor. Es decir, escribir ese poema, y publicarlo, fue, literalmente, una maricada de Arias Trujillo.
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