Pablo Mejía


Esta es la época del año en que mayor cantidad de visitantes llegan a Manizales y es común que algún familiar o amigo residente en otra ciudad nos pida asilo temporal. Para todos hay alojamiento y después de ocupar hoteles, hostales y pensiones, algunos optan por alquilar fincas cercanas o apartamentos que estén desocupados porque sus dueños se fueron de paseo. Además en muchas casas se alistan camas, tienden colchones hasta en la sala y en improvisados cambuches acomodan a los pequeñines, pero nadie se queda sin encontrar dónde pernoctar durante la semana ferial.
Si los visitantes son taurinos no hace falta atenderlos porque prácticamente todo el tiempo están dedicados a esa actividad. Amanecen enguayabados y después del desayuno salen a conseguir los ingredientes para preparar la bota y algunas viandas para llevar a la corrida; después se van a almorzar a un buen restaurante para empezar a hacerle ambiente a la tarde de toros y de ahí salen para la plaza. Si la corrida no está pasada por agua y los astados embisten, el entusiasmo se contagia y sin duda amerita un buen remate que dura por lo menos hasta la media noche. Y al otro día vuelve y juega.
Para los que vienen en plan de turistas tenemos muchos programas y recorridos que pueden hacerse durante el día, siempre confiados en que el clima va a manejarse bien. Es impajaritable subir al Corredor polaco de la Catedral Basílica, donde deben llevar sus cámaras fotográficas para capturar un bonito recuerdo de la ciudad y sus alrededores; ya en el centro pueden hacer un recorrido para conocer la arquitectura republicana que tanto brillo le ha dado a nuestro terruño. El paseo a Chipre incluye comer obleas y helados, y aunque lleva tiempo porque la pelotera es impresionante, no deja de ser algo tradicional y folclórico por la cantidad y variedad de personajes que ocupan calles y andenes.
El Recinto del pensamiento es un rincón paradisíaco que seguro van a disfrutar, con el sendero ecológico, las telesillas que recorren el bosque, el mariposario y demás atractivos. Desde allí pueden dirigirse hacia la vereda Gallinazo, donde el paisaje es idéntico al tan nombrado valle de Cocora del Quindío, y allí encontrarán infinidad de restauranticos y comederos al pie de la carretera que colmarán sus expectativas gastronómicas. Donde finaliza el asfalto de esa carretera está el parque de toboganes y aguas termales, y al seguir un poco por la vía hacia Termales del Ruiz, el paisaje se torna encantador por estar conformado por el llamado bosque de niebla.
Quienes disfruten este tipo de paisaje pueden tramitar en Aguas de Manizales un permiso para visitar la Reserva natural de río blanco, a quince minutos de la ciudad desde el barrio La Toscana, y que siguiendo la orilla de la quebrada Olivares los lleva a un paraíso digno de visitarse; además es considerado un santuario por los observadores de aves. Tras presentar el permiso en la puerta que hay en la bocatoma, por una agradable vía se ingresa a la reserva que aporta una importante cantidad de agua para la ciudad; después está la casa La Arenosa, luego Palomas y finaliza en el lugar conocido como El Mirador, desde donde se observa una impresionante vista hacia Manizales.
Si nuestros huéspedes son mecateros podemos llevarlos a Villamaría a comer chorizos y mazamorra; a Maracas, en la vía hacia Neira, destino reconocido porque allí preparan la mejor morcilla; un paseo a Santágueda, por la vía de La Cabaña, donde la carretera no es igual de amplia y amena, pero con un paisaje que hace olvidar cualquier incomodidad. En ese tramo está reflejada la cultura del café, con una panorámica hacia el cañón del río Guacaica que deja extasiado a quien lo admira, y las casitas campesinas adornadas con flores que abundan a la orilla de la carretera. Después de Tres puertas se llega al centro vacacional, en el que es posible encontrar muchas opciones para darle gusto al paladar.
De allí recomiendo regresar por la vía que va hacia Palestina, por la vereda La Plata, tramo que ofrece al viajero una panorámica impresionante y que en muchos momentos invita a bajarse del carro para observarlo con detenimiento. Esa carretera está siendo recuperada, van con las obras en el sector de La Ermita, y en el resto del trayecto puede notarse la urgencia de llevar a buen fin esa importante obra. Recomiendo evitar subir hasta el pueblo, porque la vía de acceso está en un estado lamentable, y lo mejor es desviarse hacia el alto de Curazao, para que puedan observar a Chinchiná desde lo alto, y arriba, en el filo de la cordillera, nuestra bella ciudad iluminada al caer la tarde por el sol de los venados.
En caso de que los visitantes prefieran quedarse en la ciudad, un buen programa es visitar el parque El Cable y detenerse a tomar un café; o unos deliciosos pasteles en La Suiza; una cerveza en cualquiera de los tantos cafetines que hay en la zona; o unos buenos tragos en algún bar. Caminar por el bulevar de la avenida Santander es un gusto para cualquiera y durante el recorrido podrá admirar la belleza de nuestras mujeres, la educación de la gente y la calidez que brindamos a quienes nos visitan.
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