Una buena parte del catolicismo colombiano inicia hoy la celebración de la tradicional Novena del Niño Dios -o de aguinaldos-, cuyo clásico e inconfundible contenido tiene dos claros artífices: el cura franciscano quiteño fray Fernando de Jesús Larrea y la madre María Ignacia, una monja bogotana. El primero escribió el texto a finales del siglo XVIII y, un siglo más tarde, la religiosa reformó dicha novena y le agregó los célebres "gozos". Esta devoción es tan colombiana como los infaltables talegos, chuspas o bolsas, pero resulta prácticamente desconocida en otros países.
Para conservar esta costumbre ancestral, resulta reconfortante darle una pausa al frenético consumismo navideño, con el propósito de contagiarnos unos minutos del espíritu de reconciliación y esperanza que transmite la temporada. Formulemos, entonces, a nombre de todos los mortales desilusionados por el estado de cosas y ante la perspectiva de un nuevo año previsiblemente duro y oscuro, una serie de aspiraciones de esta pobre humanidad agobiada y doliente. Así las cosas, esperamos:
Que el inconfundible olor a Niño Dios llegue como un bálsamo, aunque sea en un mínimo detalle, a las manos de los niños sin fortuna, sin alegría, sin hogar ni padres.
Que el inescrutable alcalde del gobierno en la calle se acuerde del débil auxilio y el doliente amparo que le dispensa a la ciudadanía manizaleña, abandonada a su suerte como un cordero manso -menso-.
Que si Colombia está condenada irremediablemente a otra reelección presidencial, que al menos cuente con la suerte de no tener otros cuatro años de chamboneo e improvisación.
Que la corrupción no continúe siendo ‘inherente al ser humano’, ni la ‘moral relativa’, como pregonan con cinismo los nuevos pontífices de la descomposición política, económica y social.
Que los furiosos uribistas aplaquen su sed de venganza y su guerra sin cuartel contra la paz.
Que los santistas irredentos no se empachen con tanta mermelada y tanta mediocridad.
Que la soberbia indomable de los exmandatarios les alcance para entender la esencia del mensaje de estos días, que exalta ‘la prudencia que hace verdaderos sabios’.
Que los enceguecidos e inesperados seguidores de Petro entiendan finalmente que éste fue ‘desvinculado del cargo’ por inepto e incapaz.
Que Petro recuerde que él votó por el controversial y excesivo ‘Diosdado’ Ordóñez, dueño, a su vez, de una moral fabulosamente elástica.
Que el presunto exalcalde de Bogotá recurra al Sena en búsqueda de un curso acelerado con rudimentos de administración pública, por si las moscas.
Que un tribunal sobrenatural se pronuncie a la brevedad para esclarecer la verdadera diferencia entre facultades legales y facultades mentales.
Que el detestable monopolio de canales privados de televisión, contenga su sensacionalismo de crónica roja y aprenda un poco de la seriedad y el profesionalismo de CNN o CM&, por decir algo.
Que las omnipresentes redes sociales se inventen una talanquera automática para rechazar disparates e insultos, a ver si cumplen una auténtica labor de comunicación global constructiva.
Que los insufribles segmentos denominados Detrás de cámaras, les cedan momentáneamente su importancia y protagonismo a los asuntos de fondo, no obstante sean de frívolo entretenimiento.
Que el sentido común vuelva por sus fueros para que los fanatismos de todas las layas no sigan alimentando los extremismos letales y profundizando la polarización nacional.
Que el tan esperado Mundial de Fútbol deje en las testas de los fanáticos un tris de materia gris, a cambio de una masa informe olorosa a menjurje de masaje.
Que los avejentados caciques de variados matices y tendencias no se perpetúen en sus curules, y le permitan calmar fiebre de dietas parlamentarias a nuevos ambiciosos, igual de inútiles.
Que los aventajados y esforzados deportistas colombianos sigan mostrando la cara amable de este país de cafres, calificativo inobjetable dado por el maestro Darío Echandía.
Que el monigote de Nicolás Maduro tenga por fin su anhelada multiplicación de los genes y de las neuronas.
Que la moda de la fluidez sexual -versatilidad absoluta de intercambios-, así como la de fluidez política -manzanillismo-, no sirva de impronta para hacer gala de una aviesa, escandalosa y extrema promiscuidad.
Que el Niño Dios nos tenga de su blanca mano ahora que empieza la hemorragia incontenible de encuestas que intentan manipular la voluntad popular, frente al diluvio de elecciones. Amén.
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