Leonardo Pineda


“Anunciad con cien lenguas el mensaje agradable, pero dejad que las malas noticias se revelen por sí solas”
William Shakespeare (1564-1616)
Cada que vemos un noticiero o lo escuchamos en la radio, el porcentaje más alto de toda la información que se genera tiene tintes sombríos, muchas veces hasta macabros. Mucha gente que conozco vive cansada de las malas noticias, se tensiona con todo lo que pasa en Colombia y en el mundo, no quieren amargarse enterándose de las cosas negativas; aunque estoy totalmente de acuerdo con que el mundo anda bastante mal, también sé que no podemos simplemente cerrar los ojos ante los acontecimientos cotidianos. Nuestra conexión con el mundo radica precisamente en estar enterados, es nuestra reacción ante la información la que debe darnos un margen de sensibilidad a la hora de informarnos. No se puede tapar el sol con un dedo, dicen, pero lo que yo piense y analice puede denotar la diferencia. Es obvio que ante noticias tan negativas como las que se generan a diario uno no logre encontrar aspectos positivos a no ser que la percepción cambie a que todo es un aprendizaje. Aprender que la violencia es falta de afecto, aprender que la locura de algunos se originó en que no tenía quién los escuchara, aprender que la maldad de otros sólo muestra su sufrimiento interno y sus múltiples carencias, aprender que la corrupción tiene origen en la falta de valores. No pienso que todo deba ser positivamente maravilloso, pero sí creo que si cada uno transforma un poco la manera en que recibe los mensajes externos, pueda convertirlos en una especie de lección de vida.
Cuando el cine retrata la realidad de manera cruda pero efectiva como en la película de Uwe Boll Asalto en Wall Street (2013) el espectador se siente identificado de inmediato con la situación que el film plantea, se vuelve solidario ante la angustia y la desesperación que interpreta su protagonista, el conocido por Prision Break, Dominic Purcell. Es que su personaje se asemeja a tantos de esos que hemos visto en las noticias locales e internacionales, que nos parece familiar. Incluso hasta justificamos sus acciones por muy negativas que estas sean, porque logramos entender su dolor, porque de pronto actuaríamos de la misma manera en una situación similar. La película es modesta en cuanto a su presupuesto, pero capta la atención desde sus primeras escenas, sobre todo cuando se ambienta en un suceso reciente de trascendencia mundial como lo fue la crisis financiera de 2008 en Wall Street. Vale la pena dejarse llevar por esta historia, muy bien contada, con actuaciones simples pero efectivas y sobre todo con una profunda reflexión intrínseca.
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