Mario César Otálvaro


Terminó el semestre para el Once Caldas con un rendimiento del 22% en los cuadrangulares, con una plantilla desmantelada, y con una apuesta brava en el sentido de reducir costos bajando la calidad de la nómina, y confiando en el mismo técnico que hizo el ‘papelón’.
Gran señor Santiago Escobar, pero no pudo con el equipo, ni advierte un futuro generoso, menos frente a las políticas cicateras del club, por lo que sostenerlo es un error estratégico que puede pasar factura más temprano que tarde en detrimento de la solidez estructural de la institución.
Montar un proyecto con jóvenes, que son un tiro al aire, requiere de las manos de un experto, que no es el Sachi, con el riesgo de un nuevo fracaso, que como se sabe resultara traumático para el dueño de la compañía, quien tantas veces se ha quejado del negocio, por improductivo.
Lo razonable hubiese sido conservar el grupo de jugadores que se tenía, y ponerles una administración diferente, porque para el campeonato nuestro son más que competitivos, con la seguridad de que en condiciones de trabajo distintas, las consecuencias deportivas serían superiores.
Se da continuidad, por el contrario, a una obra inconclusa sin bases que garanticen su razón de ser, y conforme a lo visto, para empezar de nuevo, a sabiendas de que el descenso estará acechando, de que las fórmulas de alivio no existen, y de la misma desconfianza que reina entre los hinchas.
Ni siquiera intento opinar de los refuerzos que se anuncian, más guerreros que estrellas, porque ninguno de ellos es mejor que los vinculados a comienzo de año, y que terminaron en el banco, desperdiciados, desvalorizados, o simplemente con un nivel no afín a sus antecedentes inmediatos.
En buen romance, y aunque tampoco es justo echarle toda el agua sucia al entrenador porque ellos debieron aportar más, está claro que en Colombia hay jugadores que obedecen a ciertas pautas, y al buen empleo y mandato que les da el responsable del grupo.
Total, y por mucho que se pretenda justificar que no se contaba con una supernómina, las cifras y el desempeño en los últimos tres meses de la liga delatan una realidad que da a entender que hubo resignación, poco empeño, y que cuando las cosas iban en picada faltó ‘muñeca’ para enderezar, y liderazgo para evitar tan feo desenlace.
El gran perdedor del semestre en el Once Caldas fue el cuerpo técnico, por encima de los directivos que si bien son novatos en el asunto, lograron armarse convenientemente para el medio, y de los futbolistas que concluyeron atónitos ante la mínima reacción desde el banco.
Cambiar de orientador hubiese sido algo práctico, y persistir en un equipo ambicioso lo normal, más que jugarle a una lotería con muchachos de la B, o veteranos de largas luchas, que con mayor razón exigen una sapiente conducción para alcanzar objetivos.
Acaba de pasar con el Cali, el único al que el Once Caldas le ganó en los cuadrangulares, un equipo lleno de juveniles a quienes les pudo el compromiso, incapaces de vencer en el momento clave, y cuando las exigencias los ponía de cara frente a Santa fe para los juegos por el trofeo de la liga.
Me da pena por el Sachi, y sin dejar de reconocer que lo logró, su éxito reciente con Nacional en el primer semestre de 2011 fue con ese plantel grande de Pabón, Macnelly, Edwin Cardona, Palomino, Ibarbo, o Román Torres, y no con juveniles.
Ni con ese Nacional al siguiente torneo, ni con Medellín ni Junior, que carecían de esas estrellas alcanzó a figurar, y a ambos los dejó en posiciones incómodas, viéndose un poco más adelante comprometidos en el descenso, situación que ojala no repita en el Once Caldas, aunque la tendencia lo indique.
Hasta la próxima…
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