Andrés Hurtado


Una guía de viajes que yo consultaba dice que lo primero que el turista nota en Islandia es la ausencia de árboles. Sí y no. Sí en la región de Reykjavik que es la entrada al país llegando por vía aérea. En el resto del país hay árboles, muchos de ellos producto de reforestación y otros son supervivientes. ¿De qué? Los fríos intensos de los inviernos de este país fueron propiciando poco a poco la extinción de los bosques convertidos en leña para calefacción. La otra causa de la extinción de los bosques son las periódicas y terribles erupciones volcánicas y las riadas de lava. La guía de viajes no anda del todo equivocada. Bosques y árboles son escasos.
Todo el sureste del país que vamos recorriendo nos presenta un paisaje igual, siempre igual, pero siempre hermoso. La carretera avanza cerca del mar en un espacio relativamente estrecho que le deja la montaña. A la derecha llevamos el mar y a la izquierda los paredones a veces rocosos, a veces verdes, de montañas no cubiertas ahora de nieve y cuyas cumbres son tabulares, o sea (perdón por la explicación) planas como una mesa. Hay trechos en los que el espacio entre montaña y mar apenas alcanza a doscientos metros, incluso menos; pero hay otros de varios kilómetros. Pero el paisaje en cada curva se renueva, ya sea porque aparecen cascadas, ya sea porque las formas de las montañas van variando.
Marchamos “a la sombra” como dije en otro artículo, a la sombra de los glaciares. En este punto se trata del Myrdalsjökull. Cruzamos decenas y decenas de ríos. No es una exageración. Estos inmensos glaciares se derriten y dan origen a muchos cursos de agua que van a morir directamente al mar. Aquí en Islandia los ríos sí nacen de la nieve. En Colombia, en cambio, nacen en páramos y bosques de cordillera y otros en la selva. Si nuestros ríos fueran producto del deshielo, como equivocadamente piensan algunos, no tendríamos esa cantidad de corrientes que nos convierten en uno de los países más ricos en agua en el planeta. Tenemos, en efecto, 1.600 ríos permanentes y solo cinco macizos nevados: La Sierra Nevada de Santa Marta, la Sierra Nevada del Cocuy, el Parque de los Nevados, el Nevado del Huila y ya con muy poca nieve el Volcán Cumbal. El calentamiento global y la deforestación y nuestra existencia en el trópico nos han hecho perder la nieve de varias de nuestras montañas.
Hablamos de cascadas. Ellas constituyen uno de los mayores encantos de este país. Las hay por doquiera, especialmente en el sureste que estamos ahora recorriendo. Vienen del deshielo de los glaciares y se despeñan de las montañas que orlan la carretera nacional. Son muchísimas. No nos detuvimos a fotografiarlas todas por falta de tiempo, pero sí admiramos las principales, como esta de Seljalandsfoss, cuyo cauce nace en el Myrdalsjökull. Cae cerca de la carretera desde 60 metros y cuando brilla el sol el espectáculo del arco iris es memorable. Le di la vuelta completa, lo que quiere decir que pasé por debajo y por detrás del chorro. Hay un espacio grande y pude por lo tanto fotografiar el enorme cascarón desde todos sus ángulos. Como se irá viendo, foss en islandés significa cascada.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015