Mario César Otálvaro


Mario Cesar Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
A esta hora el Once Caldas debe estar clasificado, y mañana conocerá sus rivales en los cuadrangulares, a los que debió acceder por el débil Patriotas que tenía al frente, y ante la consideración de que el empate le bastaba.
Este escrito fue elaborado antes de la fecha profesional, y sobre ese cálculo optimista y normal vale la pena plantear algunas reflexiones de la campaña del Once Caldas que creo, y pese a que avanzó (?), tiene más peso en las debilidades que en las fortalezas.
Hablando de las cosas positivas, destacable la respuesta del público que estuvo muy por encima del espectáculo brindado por el equipo, poniendo a Manizales en promedio como la plaza futbolera más importante del país -con Cúcuta- teniendo en cuenta sus pobladores.
La consolidación de Jonathan Lopera como un central seguro; los goles, no el fútbol de Sergio Romero; la guapeza y la entrega de Edwards Jiménez, y los resultados del comienzo que fueron tan significativos en el ahorro, que gracias a ellos se llegó a la semifinal.
Pero no es fácil hallar otros elementos que permitan exaltar el producido, que en cifras pasa al tener la cuarta defensa menos vencida del campeonato, lo que de cierta forma contrasta con la simpleza de su fútbol, y la poca categoría mostrada en los momentos claves.
Por eso los aspectos negativos lo superan, saltando a la vista la falta de consolidación de una idea de juego que muestre su realidad táctica, quedando sujeto a los brillos individuales y al día de sus hombres, por lo que se raja el cuerpo técnico en cabeza de Santiago Escobar.
El Once Caldas actual carece de romanticismo, de ese que algunos hacen gala cuando se habla de un representativo de esta ciudad, ni posee la contundencia en su contenido de aquellos que le apostaron a otros propósitos, y es el caso de los grupos comandados por Luis Fernando Montoya y Juan Carlos Osorio.
Cuestionable igualmente el aprovechamiento del recurso humano, en un medio como el nuestro en el que muchos requieren de adecuada orientación desde el banco, y los ejemplos se tipifican en Alcatraz y Rodríguez, otrora figuras con el Pasto, o con Núñez, cuyo rendimiento pasado avaló su regreso, sin exonerar sus responsabilidades personales.
El no cuidar los resultados, el temor a veces de salir a buscarlos, y la ausencia de jerarquía para imponerse cuando hubo la opción reiterada de ser líder para terminar sufriendo innecesariamente la clasificación, también le restan confiabilidad a este Once Caldas.
Resulta curioso que entre Jiménez y Romero hayan marcado más de la mitad de los goles, y aun así el Once Caldas sea un cuadro sin definición, que requiere de un verdadero artillero, y que debe ser objetivo al hablarse de la nueva conformación para el otro torneo.
Preocupante David Alvarez, quien se estacionó y casi siempre está comprometido en las acciones contrarias, aunque no me disgusta, el bajonazo de Gonzalo Cabrera, del mismo Alcatraz, la falta de ritmo de Mario González, y la pasividad de Giraldo y Scaglia.
La escasa promoción de los que vienen de abajo, pues hace rato se habla de Culma, Rivas, Palacios, Ambuila, Gómez, Rentería, Agamez, o Mulato, y ninguno de ellos es garantía para forzar a los titulares, siguiendo como alternativas más para cumplir variantes que como soluciones reales.
Son conclusiones a la insonora campaña del Once Caldas, que llega sin favoritismo a la semifinal, que tiene una nómina para hacer mucho más, y que seriamente debe replantear su manejo para el siguiente campeonato con gente de mayor audacia y liderazgo.
Hasta la próxima…
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