José Jaramillo


Hace relativamente pocos años explotó una burbuja financiera en los Estados Unidos, que generó tal crisis económica que todavía no se repone el poderoso país y llevó al fracaso a mucha gente, que perdió el empleo, los bienes… todo. ¿Y cómo comenzó la debacle? Con el exceso de liquidez de los bancos, que los obligó a promover el crédito hasta niveles altamente riesgosos. ¿A quién se le había ocurrido antes que al presidente de una institución financiera le reconociera la entidad bonificaciones por aumentar las colocaciones? ¡Absurdo! Pero sucedió. El consumidor se dejó seducir y compró todo lo que le fiaran, porque al lado de cada almacén de productos duraderos, inmobiliarias o concesionarios de vehículos había una entidad financiera dispuesta a prestarle lo que necesitara para adquirir el bien, con la sola garantía de la pignoración de la alhaja, sin mirar la capacidad de pago del cliente. El resultado final fue que la gente no tuvo ingresos suficientes para atender los pagos, la cartera vencida de los bancos se disparó, obligándolos a castigar los balances con las deudas de dudoso recaudo; los bienes fueron rematados, la propiedad raíz se desvalorizó, a la industria y el comercio las ventas se les fueron al piso, las importaciones se redujeron, el desempleo se disparó, al Estado se le bajaron los ingresos y el coletazo del crack afectó a medio mundo.
El doctor Manuel Murillo Toro, de Chaparral (Tolima), presidente de la República dos veces (1864-66 y 1872-74), era un estadista sabio y pragmático. Defendía el trabajo y la producción como soportes del desarrollo, y advertía del mal que les podía hacer la usura: "La necesidad más premiosa de este país -decía- es hacer bajar el interés del dinero. Mientras el interés se mantenga alto, la industria, lejos de avanzar, tiene que decaer; los pequeños capitales van desapareciendo; el trabajo queda amilanado; los mismos grandes capitales quedan condenados a la ociosidad, porque con la usura cada vez tienen menos seguridad y la vida, en general, no puede menos que encarecerse. Es forzoso conseguir la baja de los intereses al capital". Y agregaba: "Quien vive de los intereses del dinero, vive no de su esfuerzo sino del esfuerzo de los otros. A quien trabaja hay que ponerlo a cubierta de toda espoliación. No puede pretenderse que se asegure al que no trabaja y se sacrifique al que trabaja".
140 años después, doctor Murillo Toro, el cuadro el siguiente: Los banqueros son los más ricos, con capacidad para comprar industrias y toda clase de negocios que ellos mismos asfixian. A través de la financiación de la política logran que las medidas oficiales los favorezcan. Y adquieren los medios de comunicación, para que atosiguen a la opinión pública con panegíricos y la exaltación de sus "filantropías". Mientras que industriales, transportadores y empresarios del campo organizan marchas y paros, para que el gobierno les subsidie las pérdidas y sobrevivir, para conservar la producción y el empleo, que son los verdaderos puntales del desarrollo.
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