Esteban Jaramillo


Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
La vida del Once Caldas no pasa, estrictamente, por un penal errado, una insólita expulsión, por el atasco en la tabla, por las discusiones sobre el entrenador de turno y sus determinaciones, o el berrinche de un defensor extranjero que pierde la titularidad. Argentino este, protestado por la tribuna, contratado con miopía por irresponsable botarate que por un pelo no acabó con el club.
La realidad profunda, es otra. Algo huele mal en la trastienda del equipo.
El proyecto, celebrado en su aparición con beneplácito total, se desacelera, se debilita, no convence, no se vende. Crece el rumor sobre el malestar de los nuevos propietarios cuando se avecinan fechas clave en el cierre de la negociación con la DIAN y con los demás acreedores.
El máximo accionista, molesto además, y con razón, porque en sus visitas periódicas a la ciudad trae consigo el dinero para el cumplimiento general de los compromisos y lleva, de regreso, insatisfacciones deportivas y económicas.
Hay rumores, hay disfraces, hay murmuraciones, ya que el hueco financiero no se cierra y el equipo rinde por debajo de las exigencias, a pesar de no contar con una nómina de lujo. Como se aprecia, las celebraciones son efímeras y la algarabía por los triunfos ha sido relevada por el sinsabor, con las obvias preocupaciones por el futuro de la escuadra.
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