Alejandro Samper


La Dirección Territorial de Salud debe encender las alarmas e iniciar campañas preventivas sobre la pandemia que se está extendiendo en el territorio nacional. Un mal que de manera juiciosa la casa editorial Semana ha documentado en algunas de sus publicaciones, pero que ha pasado de agache en el resto de medios de comunicación. Se trata de la estupidez crónica.
Desconozco si es viral, bacteriana o química, pero al parecer es altamente contagiosa. Y actúa rápido. Quienes la padecen se contradicen constantemente, sufren de lagunas mentales y tienen memoria selectiva. Personajes que otrora eran brillantes ahora son unos mamarrachos babosos bien vestidos. O modelos cuya belleza es totalmente opacada al manifestarse su enfermedad.
Los ejemplos más claros y recientes de esta estupidez crónica son los de Víctor Maldonado y la modelo antioqueña Sara Builes. Al primero lo entrevistaron en la edición No. 1628 de Semana, donde lo exponen como el hombre detrás del desfalco de Interbolsa. Él, un tipo que amasó una fortuna de hasta 400 millones de dólares con sus empresas, ahora se muestra como alguien que se mantiene al margen del manejo de sus negocios. Así fue con el Grupo Interbolsa, del cual al parecer era el dueño principal.
Cuando a Maldonado le preguntan sobre los 123 mil millones de pesos que ingresaron a una de sus sociedades con cheques firmados por él, el empresario afirma que sí entró esa plata pero sin él saberlo. Y que le falsificaron la firma. "Realmente no sé cómo explicarlo", dice. Había escuchado casos de cheques chimbos para sacarle plata de la cuenta a las personas, pero nunca para hacer consignaciones, y menos por esa cantidad de dinero. Alega que "las decisiones que se tomaron fueron totalmente ajenas a mí (...) fueron errores cometidos por exceso de confianza".
Este magnate no sabe nada. Dice que responderá por sus deudas y que los demás queden con el culo al aire. Solo una cepa de estupidez crónica, tan agresiva como el Ébola, pudo transformar a este brillante hombre de negocios en semejante imbécil. Uno que cree tontos a los lectores.
El segundo caso reportado es el de la señorita Builes, que se hizo conocida luego de que la pillaron en un aeropuerto de Brasil con el narcotraficante John Freddy Manco Torres, alias el Indio. Si la contaminación con estupidez crónica hizo estragos en personajes preparados como Maldonado, imagínese lo que está haciendo en esta modelo. Ella, en entrevista a la revista Soho (edición No. 159), cuenta que estaba pero no estaba enamorada de este mafioso. Lo ama, pero no, porque lo conoce bien o al menos eso creía, tras esos cuatro meses de noviazgo en los que salían, pero no salían. Según Sara, ellos eran novios pero no salían a ninguna parte. Ni siquiera a la casa de él. Su noviazgo se dio en los tres viajes que hicieron a España y el de Brasil.
En cuatro meses, ¡tres viajes! ¡Cada uno de 15 días! Y a ella no le pareció raro. "Eran viajes normales". Incluso el meterse 12 horas de viaje hasta Madrid solo para hacer ejercicio, como ella dice en la entrevista. Si eso no es un síntoma de estupidez crónica, no sé qué lo pueda ser.
Y la pandemia se extiende. Por ahí el ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón dijo que le iban a dar 100 millones de pesos al guerrillero de Eln alias el Tigre por la desmovilización de su tropa y las armas que entregaron. ¿Vamos a premiar así a los bandidos? O el ministro de Salud Alejandro Gaviria negando -ciego él- el alto costo de los medicamentos en Colombia y echándole el agua sucia al veterano periodista Juan Gossain, por hacer la denuncia.
La estupidez se está esparciendo y parece ser contagiosa. Lo grave es que se está haciendo muy evidente en nuestros dirigentes, empresarios y personajes mediáticos. Y ni hablar de lo que dicen algunos futbolistas...
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