Jorge Enrique Pava


El doctor Luis Felipe Gómez Restrepo, en su columna del domingo pasado, expone muy respetuosamente sus argumentos que sustentan lo que para él debe ser la situación del mercado de los licores en la actualidad, y titula: "Que se abran las fronteras para los licores". Y en una Nota de la Dirección del miércoles pasado en este diario, sostiene el periódico: "Acá permitimos que vendan vinos franceses, chilenos, argentinos, o del cualquier parte del mundo… y nos da terror que vengan los antioqueños con sus licores a cambio de permitirnos competir con los nuestros en su tierra, un mercado 6 veces más grande. Ajustemos lo que haya que ajustar y no le tengamos miedo a la competencia".
De acuerdo: la apertura de fronteras es inminente, pues las disposiciones nacionales ordenan que, a mediano plazo y con la desaparición de las fronteras internacionales producto de los TLC, las internas deben derrumbarse en un nuevo sistema de competencia. Pero en lo que debemos insistir es en que la ILC no está preparada en este momento para afrontar la agresividad de la fábrica de licores de Antioquia que vendría con su fuerza financiera y su músculo comercial a invadir este mercado.
Y el problema no es la calidad de nuestros productos ni de los distribuidores. El problema es la debilidad financiera de la ILC y la ventaja que nos dejamos coger de otras destilerías en territorios donde los rones y aguardientes de la ILC dominaban el mercado. Tenemos que admitir, por ejemplo, que la presencia de la ILC en zonas como la Costa Atlántica es hoy exigua y que refleja las deficiencias que la propia Industria ha tenido durante los últimos años, aunada a su debilidad en exigencia de metas, presencia publicitaria y efectividad en las pólizas de cumplimiento. Y por eso sería allí donde habría que empezar a implementarse nuevas estrategias para enfrentarnos con productos que, como el Aguardiente Cristal Azul, puede competir en sabor, calidad y precio con sus homólogos, hasta estar seguros de que nos encontremos preparados para pelear con armas de igual calibre, y para enfrentarlos en nuestra propia casa.
Ahora bien: los distribuidores de la ILC en Caldas, por el contrario, siempre han cumplido con las exigencias contractuales. Pero si se diera el hecho de abrir las fronteras con su principal competidor, se afectaría significativamente la demanda de sus productos y por ende los cálculos y condiciones sobre los cuales se suscribieron los contratos de distribución vigentes variarían e impedirían que en el propio Caldas se diera también el cumplimiento a las metas y presupuestos. Y a esto habría que sumarle entonces inmensas indemnizaciones que debería pagar la ILC a los distribuidores que vienen cumpliendo a cabalidad, y que se verían afectados por decisiones improvisadas, unilaterales e irresponsables que generarían un desequilibrio contractual penado por las leyes comerciales.
Pero, como si fuera poco, si al actual Gobernador le diera por abrir la frontera con Antioquia, nos cogería la competencia totalmente desarmados, pues la firma velada e ilegal del contrato para distribución de crema de ron Cheers, que incluyó la de los demás licores de la ILC en Antioquia (tantas veces mencionado en esta columna), le otorga unos derechos a ese distribuidor que son producto de un litigio que se surte hoy en los tribunales. De tal forma que, con esos derechos otorgados indebidamente al actual distribuidor, y mientras dure el litigio, no habría forma de vender los productos de la ILC en Antioquia ni de empezar siquiera a trazar una estrategia de comercialización para afrontar el nuevo mercado.
Dice también el doctor Gómez Restrepo en su interesante columna: "la Industria Licorera de Caldas tiene que seguir modernizándose a todo nivel y prepararse de veras para un mercado abierto… saquemos la cabeza y busquemos nuevos mercados para los productos de la ILC, que le den una sostenibilidad en el tiempo". Y estamos de acuerdo también con esta posición. La ILC tiene que modernizarse y prepararse para el mercado abierto. Pero por eso, precisamente, este no es el momento para abrirnos ilimitadamente, pues la ILC atraviesa por su peor crisis comercial, y sufre las debilidades administrativas de una ley 80 que la hace incompetente ante mercados privados que se rigen por un sistema ágil de competencia y mercadeo. Además, si la propia constitución nos otorga el derecho del monopolio rentístico y podemos tomarnos el tiempo para lograr esa preparación y esa modernización, ¿cuál es el afán de abrir prontamente las fronteras? ¿No será mejor entonces trazar estrategias, definir procedimientos, reformar estatutos, fortalecer producción, penetrar mercados y generar nuevamente sentido de pertenencia y, ahí sí, enfrentarnos a los competidores?
Ya la propia Contraloría General del Caldas se pronunció sobre la improcedencia de la inclusión de cláusulas no permitidas en el contrato actual de distribución de licores en Antioquia. Lo mismo quedó plasmado en el acta 020 de Reunión de Comité de Conciliación de la ILC, y en sendas solicitudes previas a acciones populares elevadas ante el gobernador de Caldas y la gerente de la ILC. Solo falta el pronunciamiento oficial del gobernador Guido Echeverri y de actores tan significativos como los dos sindicatos de la ILC y la Asamblea de Caldas.
Por ultimo, me queda volteando en la cabeza esta frase escrita por el doctor Gómez Restrepo: "Hay que tumbar las fronteras, y así se caen también muchos contratos de distribución que pasan por manos de gobernadores que ante la tentación terminan pidiendo o recibiendo una tajada por dar el permiso". Me niego a creer que este sea uno de esos casos, pues el gobernador Guido Echeverri ha demostrado ser un hombre pulcro. Pero sí hay que advertir hasta la saciedad: si se llegara a abrir la frontera con Antioquia en estos momentos de debilidad empresarial, comercial e institucional, nuestra querida Licorera estaría llamada a desaparecer. Y no creo que el Gobernador Echeverri vaya a cargar sobre sus hombros con ese peso irremediable.
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