Efraim Osorio


Escondido en un enmarañado bosque de adjetivos encontré el verbo ‘abaniquear’: "Jamás el aire de las alboradas abaniquea siempre la suerte de los hombres públicos" (LA PATRIA, César Montoya Ocampo, 18/7/2013). Y allí se quedará por siempre jamás, porque ni es castizo ni es necesario. El que sí es castizo y necesario es el verbo ‘abanicar’, de la primera conjugación. No se considera irregular, a pesar de que en él algunas inflexiones cambian la ‘ce’ que precede a la vocal ‘e’ por ‘qu’, para conservar el sonido fuerte de su infinitivo ‘abanicar’, peculiar de la ‘ce’ cuando precede a las vocales ‘a’, ‘o’ y ‘u’. Dichas inflexiones son las siguientes: Pretérito simple de indicativo: ‘abaniqué’; presente de subjuntivo: ‘abanique, abaniques, abanique, abaniquemos, abaniquéis, abaniquen’. Imperativo: ‘abanique él’, ‘abaniquen ellos’. La lógica irrefutable de estas quisicosas del idioma. Así se conjugan también los verbos ‘colocar’, ‘despotricar’, ‘criticar’, ‘mortificar’, etc. La frasecita esa también es desgalichada como pocas. En ella, en efecto, los dos adverbios, ‘jamás’ y ‘siempre’, se excluyen mutuamente; y el aire no ‘abanica’, ‘es abanicado’, como lo expresa la definición del verbo: "Mover o impulsar el aire con el abanico o con otra cosa semejante" (M. Moliner). Emplean el verbo más adecuadamente los comentaristas cubanos y venezolanos, cuando, en un partido de béisbol, dicen que el bateador "abanicó la brisa", locución con la que quieren decir que el bate del bateador pasó lejos de la bola lanzada por el lanzador, que sólo tocó el aire. Me atrevo a sugerirle al redactor el siguiente giro de su frase: "No siempre la brisa de las alboradas refresca la suerte de los hombres públicos". Esto es, por descontado, si le entendí su idea. El Diccionario asienta tres palabras relacionadas con el término ‘abanicar’: ‘Abaniqueo’ ("Acción de abanicar o abanicarse"); ‘abaniquería’ ("Fábrica o tienda de abanicos’); y ‘abaniquero, ra’ ("Persona que hace o vende abanicos"). Y colorín colorado…
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Una esgrimidora del Valle del Cauca, María Camila Naranjo, a la pregunta pertinente respondió: "El esgrima es mi deporte favorito…" (LA PATRIA, Deportes, 22/7/2013). Otro interrogado, Gabriel Mejía, del mismo departamento, contestó en forma parecida: "El esgrima me gusta porque…". ¿Será ésta una tendencia, que el mismo oído rechaza, entre quienes practican este deporte? ¡Ojalá que no!"El arte de jugar y manejar la espada, el sable y otras armas blancas, reparando y deteniendo los golpes del contrario, o acometiéndole" se llama ‘esgrima’, nombre que pertenece al género femenino: la esgrima. Quien lo practica, ‘esgrimidor-a’; en América Meridional y Cuba, añade la Academia, lo llaman ‘esgrimista’.
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"Desde Chipre, un mirador de Manizales, se visualiza el cerro del Tatamá". Así escribió, inspirado, Perico de los Palotes, un día cualquiera del mes tal del año tal. Desde ese lugar, señor, no es necesario ‘visualizar’ el cerro, porque, en un día despejado, se ‘ve’ nítidamente. Bernardo Cano García, nuestro inolvidable Berceo, sí lo ‘visualizaba’ cuando, encerrado en su estudio, frente a su máquina de escribir y con un pucho encendido, redactaba su novela Tatamá. Ello es que una de las acepciones de ‘visualizar’ es darle forma corporal en la imaginación a lo que no la tiene o no está presente, por ejemplo, a Dios o al ser amado. Con esta significación, tal vez la más corriente, los seres humanos ‘visualizamos’ sueños, utopías, riquezas inalcanzables, seres irreales, episodios pretéritos, desgracias posibles, etc. Prácticamente, vivimos ‘visualizando’, basados siempre en todo aquello que ha pasado por los sentidos, porque es imposible ‘visualizar’ algo que de alguna manera ellos no lo hayan percibido. Cervantes, por ejemplo, antes de emprender su inmortal relato, ‘visualizó’ a don Quijote y a su escudero; lo mismo, Gabriel García Márquez, a su Macondo; y todos los novelistas, a sus personajes. Aunque de origen latino (de ‘visus’ = facultad de ver, vista, visión), me parece que nuestro idioma tomó el término ‘visualizar’ del inglés ‘visualize’, verbo que se encuentra en el diccionario del filólogo Noah Webster muchos años antes que en el de la Lengua Española, en el que aparece apenas en la vigésima edición (1984). Antes sólo teníamos el verbo ‘visibilizar’, "hacer visible artificialmente lo que no puede verse a simple vista", por ejemplo, con los rayos X, los cuerpos ocultos; con el microscopio, los microbios; o, con una lupa, detalles o rasgos imperceptibles de cualquier objeto. Y el verbo ‘imaginar’ ("representar idealmente algo, inventarlo, crearlo en la imaginación"), sinónimo apropiado de ‘visualizar’, por todo lo arriba expuesto. Para completar, dos acepciones más que de ‘visualizar’ presenta El Diccionario: "Representar mediante imágenes ópticas fenómenos de otro carácter; por ej., el curso de la fiebre o los cambios de condiciones meteorológicas mediante gráficas, los cambios de corriente eléctrica o las oscilaciones sonoras con el oscilógrafo, etc. // Informática. Hacer visible una imagen en un monitor". No son, pues, lo mismo ‘ver’ y ‘visualizar’, aunque, eso sí, primero hay que ‘ver’ para poder después ‘visualizar’.
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La VEINTIRÉS: Ya tiene su almacén de elepés sobre un muro; todos sus bancos de concreto y el piso de sus aceras sirven como puestos de ventas de cuanto cachivache se produce; sus esquinas son cocinas, y sus calles, paso escriturado de las carretas que ofrecen todas las frutas y verduras de este ubérrimo suelo. ¡Qué maravilla!
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