Álvaro Gartner


En el teatro de Los Fundadores fue representada la semana pasada la ópera Ester, protagonizada por la soprano Beatriz Mora y el tenor Díver Higuita, con el coro del Taller de Ópera de la Universidad de Caldas y la Sinfónica de Caldas. Fue escrita en los años de 1870 por José María El Bicho Ponce de León con libreto de Manuel Briceño y Rafael Pombo.
El montaje se logró gracias al propósito que anima en las universidades de Los Andes y de Caldas de recuperar óperas y zarzuelas colombianas olvidadas. Éstas serán dos; jamás estrenadas debe haber unas cuantas, pues la obsesión por lo extranjero fue gran obstáculo para tener una lírica propia, cuya escasez contrasta con el extensísimo repertorio operístico de México y Brasil.
La importancia de estas representaciones radica en la posibilidad de ver en Manizales teatro lírico en vivo, así sea una vez al año. Quienes sumamos algunos decenios añoramos las temporadas feriales de zarzuela con la compañía de Faustino García en los años 60 y una breve de la Ópera de Colombia en los 70. Fueron espectáculos importados, que aparte de buenos recuerdos no dejaron nada a la ciudad.
Lo de ahora se hace con músicos formados y talentos emergentes propios, que deben ser fogueados y reconocidos. Es también oportunidad de formar un público que se interesa en conocer un género que abarca ópera, opereta, zarzuela y comedia musical, gracias a la popularidad que ha adquirió desde los conciertos de los Tres Tenores. Por eso hoy no es dominio exclusivo de unos viejitos antipáticos que descrestaban calentanos con dos o tres cositas que creían saber.
Para consolidar público se debe apelar a títulos conocidos o que contengan arias o coros que sean ya de dominio público. Obras como L’elisir d’amore de Donizetti; Gianni Schicchi de Puccini o La viuda alegre de Léhar son apropiadas para iniciar neófitos. Con ellas se puede hacer montajes minimalistas que apunten a conquistar audiencias jóvenes. Además, recitales con temas operáticos famosos.
La recuperación de obras olvidadas viene después. Se hace cuando ya se cuenta con públicos conocedores, preparados para enfrentarse a lo desconocido. Dígalo si no la fascinación con el barroco que hay en Europa.
También se debe organizar talleres de apreciación, dictados con lenguajes simples y con proyecciones, para demostrar que la ópera es una telenovela cantada al alcance de todos. Los montajes mismos pueden tener elementos didácticos, que permitan entender lo que se verá. Al fin y al cabo, las del teatro lírico son las únicas obras en las que se debe conocer el desenlace para
disfrutarlas.
Si se quiere hacer todo más atractivo, pidan colaboración de figuras nacionales. Aparte de Higuita y Beatriz, hay cantantes colombianos radicados en Europa deseosos de respaldar proyectos como el manizaleño. Lo escuché del bajo-barítono Valeriano Lanchas después de una presentación que hizo con estudiantes de la Universidad Central. Estaba encantado.
Sin pensarlo, en Manizales se empieza a recorrer el mismo camino que en los Estados Unidos, cuando durante las guerras mundiales no podían llevar cantantes ni compañías europeas. Entonces apelaron a lo propio. Hoy tienen los fastuosos montajes del MET y figurones como Renée Fleming, Danielle de Niese, Vivica Genaux y Lawrence Brownlee, entre los activos.
Para lograrlo no se les debe ver más como estudiantes que hacen sus primeras presentaciones. La presencia de cantantes y músicos profesionales da al Taller de Ópera de Unicaldas carácter de compañía lírica, que debe ser respaldada por las entidades públicas y privadas locales.
Deben hacerlo, porque históricamente se comprueba que la ópera deja ganancias culturales y pérdidas económicas. Ni siquiera en el MET compensan con las transmisiones en directo los enormes costos de los montajes. No desisten porque los más ricos de Nueva York sostienen la fundación que respalda ese proyecto.
Hay que pensar en montar temporadas de ópera en Manizales. Una sola al año hace daño.
Coletilla: El martes pasado, el historiador y presidente de la Academia Caldense de Historia, Jorge Eliécer Zapata Bonilla, dio a conocer su libro Creadores de identidad. Se sigue ratificando como uno de los investigadores más dedicados y prolíficos del departamento. Por desgracia, es de Supía, feo, sin finca y tiene muchos menos de 100 años. Por eso no ha tenido en Manizales el reconocimiento que merece.
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