Álvaro Gartner


En entrevista que concedió a LA PATRIA el 24 de agosto, el historiador antioqueño John Jaime Correa trató de explicar la rivalidad entre Manizales y Pereira. Y digo "trató" porque no lo consiguió, por lo menos en ese diálogo, defecto no atribuible al entrevistador sino al entrevistado.
La publicación obedeció a su tesis doctoral sobre un tema que está siempre vigente en el Gran Caldas. La tituló Civismo y educación[,] Pereira y Manizales (1925-1950): Una mirada comparada a sus sociabilidades, visiones de ciudad y cultura cívica, la cual fue laureada. Claro está que el título quita ganas de leer, pues si así es el aviso cómo será el local. Aunque no la he leído, lo que el autor dijo en la entrevista contiene suficientes elementos de debatir, dado que hace parte de nuestra historia regional.
Plantea Correa en su declaración que la disputa entre las dos ciudades es de carácter económico, con algo de política, surgidas en tiempo de las primeras bonanzas cafeteras. Entre líneas, la reduce a una pelea entre pueblos vecinos.
Por lo menos en el periódico, no sé si en la tesis, el historiador no mencionó el real origen del enfrentamiento. Éste se remonta a 1886: después de la guerra civil que terminó con el federalismo, el congresista Rafael Uribe Uribe propuso constituir un departamento que obrara a manera de cuña para contener los ánimos guerreristas en los desaparecidos estados soberanos de Cauca, Tolima y Antioquia.
El tener filiaciones, casi generalizadas, a los partidos, liberal los dos primeros y conservador el tercero, además de tener extensas fronteras comunes, habían sido causa de buena parte de las muchas guerras civiles que asolaron el país durante el siglo XIX. Unas 58…
Uribe Uribe propuso que la capital fuera establecida, bien en Manizales, fortín militar antioqueño para contener las invasiones caucanas (que nunca pudieron atajar); o bien en Pereira, perteneciente a la Provincia de Robledo; o bien en Riosucio, capital de la Provincia de Marmato. Estas dos últimas pertenecían al todavía extensísimo departamento del Cauca.
Para la conmemoración de los cien años de Caldas, el historiador Ricardo de los Ríos Tobón explicó el porqué de la sugerencia de Uribe: en Manizales estaba el poder político; en Pereira el económico y en Riosucio el intelectual. Las tres poblaciones -porque no eran ciudades- tenían sus méritos, entonces. La primera no era mejor que las otras.
Pero ahí fue Troya. El pensador y congresista logró con el remedio exacerbar la enfermedad: reavivó el enfrentamiento entre Cauca y Antioquia, pues en ambos departamentos convenía que la nueva capital fuera de sus afectos.
Al ganar Manizales la capitalía y ser antioqueños los nuevos gobernantes, una de sus primeras tareas fue tratar de apabullar las comunidades caucanas, por no ser antioqueñas. Fue tanta la hostilidad, que pocos años después de establecido Caldas, en Pereira y Riosucio estaban pidiendo que los devolvieran al Cauca.
De modo que para entender la rivalidad entre Pereira y Manizales, se debe incluir a Riosucio y Villamaría. Ésta última no ha sido estudiada, a pesar de que en los años 80 del siglo pasado todavía era notoria, aunque soterrada, la hostilidad.
Nada de esto dijo Correa, porque quizás pesó más en él su condición de antioqueño que su deber de historiador. Y si decía la verdad se metería en la hondura de aludir a esa inmensa falacia que llaman ‘colonización’ antioqueña, la cual no fue otra cosa que uno de los más grandes y criminales fenómenos de desplazamiento padecidos en este país, con miles de campesinos sucesivamente expulsados por terratenientes antioqueños, quienes además despojaron de sus tierras a muchas comunidades indígenas. (¿Cuándo se contará la historia de Tachiguí, en el actual Belén de Umbría?).
Planteo todo esto, porque sigo creyendo en la necesidad de destetar a Caldas de Antioquia y recordar que los caldenses también tenemos orígenes caucanos y tolimenses. Es necesario sacar a la luz la historia nuestra, en parte oculta por una antioqueñofilia enfermiza, que es más bien paisadependencia, de algunos coterráneos.
Para un verdadero caldense no hay nada más odioso que esa paternidad no aceptada de Antioquia. Ni que allá crean que somos paisas, solo porque tenemos en común el acento. Nada más nos une.
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