Álvaro Gartner


Todos creyeron, empezando por él, que por descender de gente brillante e influyente él era lo uno y lo otro. Tales condiciones no son hereditarias ni contagiosas. Caprichosas, porque sus hermanos las tienen. Pero él sigue creyéndose más inteligente que el resto del mundo.
Él fue criado en un selecto club, donde no corrió riesgo de untarse de pueblo, porque a los meseros, que provenían del pueblo, les enseñaron a comportarse como aristócratas pobres. A él se le nota el asco que le da el pueblo, cuando por razones de trabajo debe acercarse a la masa.
De sus años de club a él le quedó la convicción de que una fábrica o un país se manejan de igual manera que un centro social: tres o cuatro dueños y el resto es variantes especializadas de servicio doméstico.
En principio, él quiso ser parte de la empresa familiar de maquillaje y predicción del futuro. Por supuesto para mandar, porque ya había probado los sinsabores del obedecer, cuando quiso desprenderse de su naturaleza paramuna para convertirse en hombre de mar.
Él no lo hizo mal allí y probó las mieles del poder, porque la compañía familiar era poderosa y pretendía decidir el destino de los demás. Pero su hermano lo hacía mejor y los mayores tenían todavía cuerda. Como había gente por encima, eso a él no le cuadraba y un día echó a volar lejos del alero.
Entonces se reveló el ilusionista: por arte de birlibirloque él se convirtió en experto de algo que jamás había visto. Algo relacionado con lo rural, él cuya noción del campo llega al de golf de su club natal.
Debió pagar alto precio por figurar: tuvo que hablar, y en público. Pero él se las arregló para seguir ilusionando, a pesar de su incipiente tartamudez y su avanzada pobreza de ideas.
Fue así como él halló acomodo en una empresa inmensa, hermosa y prometedora. Misma que tiene mortal competencia con una clandestina que pretende hacer lo mismo con métodos poco ortodoxos.
Él entró como segundón, sí, pero tan arriba que parecía primerón. Así ilusionó a la mayoría de quienes estaban debajo. También lo hizo con su jefe, quien de puro avispado se equivocó al creer que él le sucedería en la cúspide. Y él se dejó llevar, reclamó para sí méritos que eran ajenos y puso en juego sus dotes de ilusionista: la meta estaba cercana y la empresa familiar aplicó en él sus reconocidos trucos para maquillar.
Fue así como él, con la bendición del hasta entonces poderoso antecesor, llegó al que creía su lugar natural: estar por encima de los demás. Y se propuso arreglar las cosas con la competencia, juntando a los voceros de ambas partes en un balneario, a ver en qué se ponen de acuerdo a cambio de cuánto. No lo hizo por la razón que impulsa a todos los líderes, sino por la suya: para su mayor gloria.
Él no fue el primero en intentarlo. El predecesor de su predecesor también lo hizo entregando a sus oponentes una sección de aquella atractiva empresa. No cedió activos, claro está, ni borrero que fuera. Solo se desprendió de futuros.
Dado aquel paso, la ilusión se esfumó. El ilusionista perdió su encanto y quedó como él. Ni la compañía familiar de maquillajes ha podido devolverle el encanto que nunca tuvo.
La última jugada de prestidigitación de él fue aferrarse al puesto tan duramente conseguido. Lo hizo a pesar de la casi general decepción de sus dirigidos, con un truco elemental que a nadie se le hubiera ocurrido: untó mermelada aquí y allá.
Él está resuelto a obtener su último logro: hacer que la competencia deje de serlo, por lo menos con los métodos actuales. Está tan obsesionado con ello que, dicen, cederá todo lo que le pidan. No se sabe qué habrá dado, pero ya hizo la peor concesión: dobló la cerviz.
La competencia sigue diezmando a los leales, ante el dolor de los dirigidos. Pero él, el dirigente, el visionario, el inteligente, no lo toma como pérdidas, sino como daños colaterales.
La empresa que él juró conducir, sigue siendo inmensa, hermosa y prometedora, a pesar de él. A pesar de que él y el predecesor de su predecesor la traicionaron cediéndola a la competencia.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015