Desde niño me han gustado los epitafios y los leía en un cementerio en el que ponía flores en las tumbas.
Solo tenía 12 años y trabajaba el domingo para ayudar a mi madre ya que éramos 9 huérfanos de padre.
Entre tantos epitafios me gusta este: Dejó este mundo mejor de lo que lo encontró. Ojalá fuera el nuestro.
Dicen que este es el apropiado para un tacaño: En su vida sumó y multiplicó y sus herederos sumamos y dividimos.
Este lo puso la viuda de un borracho impenitente en su tumba: Aquí yaces y haces bien; tú descansas, yo también.
Los epitafios son un modo de resumir la vida o de dejar una reflexión, y es bueno pensar cuál te mereces.
San Pedro dijo de Jesús un elogio que Dios quiera sea tu epitafio o el mío: Jesús pasó haciendo el bien.
Que al morir tu alma esté en paz y que los que te aman te recuerden con gratitud y con infinito amor. Mueres bien si vives bien.
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